Emily Brontë

por | Jun 23, 2025

Emily Jane Brontë es una de las grandes exponentes del romanticismo victoriano. Aunque es reconocida por su maravillosa y única novela Cumbres Borrascosas, Brontë destaca también por su poesía. Sus poemas están llenas de sentimientos desbordados, la intensidad de sus emociones y un estilo que oscila entre la ensoñación y la vigilia.

Aquí te compartimos algunos de sus poemas.

Ven, camina conmigo

Ven, camina conmigo,
sólo tú has bendecido alma inmortal.
Solíamos amar la noche invernal,
Vagar por la nieve sin testigos.
¿Volveremos a esos viejos placeres?
Las nubes oscuras se precipitan
ensombreciendo las montañas
igual que hace muchos años,
hasta morir sobre el salvaje horizonte
en gigantescos bloques apilados;
mientras la luz de la luna se apresura
como una sonrisa furtiva, nocturna.

Ven, camina conmigo;
no hace mucho existíamos
pero la Muerte ha robado nuestra compañía
-Como el amanecer se roba el rocío-.
Una a una llevó las gotas al vacío
hasta que sólo quedaron dos;
pero aún destellan mis sentimientos
pues en ti permanecen fijos.

No reclames mi presencia,
¿puede el amor humano ser tan verdadero?
¿puede la flor de la amistad morir primero
y revivir luego de muchos años?
No, aunque con lágrimas sean bañados,
Los túmulos cubren su tallo,
La savia vital se ha desvanecido
y el verde ya no volverá.
Más seguro que el horror final,
inevitable como las estancias subterráneas
donde habitan los muertos y sus razones,
El tiempo, implacable, separa todos los corazones.


REMEMBRANZA

¡Frío bajo tierra… y la profunda nieve amontonada sobre ti,

lejano, aislado, frío en la tumba sombría!

¿Me habré olvidado de amarte, mi único Amor,

separados al fin por la ola del Tiempo que todo lo separa?

Ahora, cuando esté sola, ¿dejarán mis pensamientos

de sobrevolar las montañas hacia esa costa del norte 

reposarán sus alas donde el brezo y el helecho

cubren tu noble corazón para siempre, por siempre jamás?

Frío bajo tierra… y quince diciembres desolados,

desde aquellas colinas doradas, se han derretido en la primavera:

¡en verdad es leal el espíritu que recuerda

después de tantos años de mudanza y sufrimiento!

Dulce Amor de juventud, perdóname si te olvido

mientras la marea del mundo me arrastra consigo;

otros deseos y otras esperanzas me asedian,

esperanzas que pueden ensombrecerte mas no hacerte daño.

Ninguna nueva luz ha iluminado mi cielo,

ninguna mañana ha vuelto a brillar para mí;

toda la dicha de mi vida se entregó con tu vida,

toda la dicha de mi vida está enterrada en la tumba contigo.

Pero, cuando se fueron los días de los sueños dorados

y la Desesperación no tenía ya poder para destruir,

entonces aprendí cómo amar la existencia,

fortalecerla y alimentarla sin ayuda de la alegría.

Entonces refrené las lágrimas de la pasión inútil,

desenganché mi joven alma del anhelo de la tuya,

con firmeza rechacé su ardiente deseo de precipitarse 

a descender a esa tumba que ya era más que mía.

Mas todavía no me atrevo a dejar que desfallezca,

no me atrevo a complacerme en el extasiado dolor de la memoria

tras haber apurado esta angustia divina,

 ¿cómo podría adentrarme en el vano mundo otra vez?

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