¡El 2024 está volando! Julio llega con nuevas expectativas y sueños.
Así que vamos directo al reto. Para esta semana te propongo escribir sobre tu mascota o animal favorito. Escribe cómo llego a tu lado, lo que hacen juntos, etc.
Te comparto mi ejercicio.
Fue un día de sol de hace cinco veranos. Llegamos nerviosos sin saber que encontraríamos o, mejor dicho, quién nos escogió a nosotros. Los niños la vieron primero y se fueron directo a ella. Ella estaba nerviosa y tímida, se dejó acariciar como si reconociera el amor a primera vista. Ellos no dudaron: nos llevamos esta perrita. Desde casa decidieron el nombre y llevaban sus ahorros para pagar la adopción y comprar el collar y lo necesario para traerla a casa. A Cuqui no le gusta viajar en coche, se marea y si vomita se apena mucho y pone ojitos tristes.
Llegó y revolucionó la casa. Primero con una timidez natural se robó el corazón de todos. Su mirada es tranquila y transparente. Es juguetona e intensa. Le gusta el agua del garrafón y las galletas marías. Le gusta sentarse a tu lado y que le hagas caricias en la pancita y las orejas. Cuqui es mi compañera de lecturas, se sienta a mi lado cuando estoy leyendo y si el libro le aburre con su patita insiste en que lo deje y le haga caso a ella. Es una diva color miel que duerme en su almohada en forma de dona gigante y desde ahí mueve la cola y comanda al mundo, nuestro mundo. Solo levanta la mirada y coletea y me hace feliz. Le gusta el parque y odia sentir el piso mojado. Le gusta estar en el clima y tener cobjita, sus mejores juguetes deben ser silenciosos y rellenos, porque no existe mejor actividad que sacarle la espuma al peluche.
Cuqui consuela mis lágrimas y espera paciente tras la puerta cuando me estoy bañando. Es terca y obstinada cuando me insiste en que quiere salir, necesita ir al baño, aunque muchas veces creo que quiere ir a ladrarle a los pájaros y a los gatos. Cuqui no roba besos, pero demanda abrazos y apapachos todo el día. Le gusta la compañía y si la familia está en la cocina ella se acuesta en el piso, estorbando, para no perderse de nada. La Cuqui ilumina y me conforta con su sola presencia, me escucha leer en voz alta y me reclama cuando regaño a los niños. Hablo con ella todo el tiempo y sé que me entiende cuando se acurruca conmigo.
Mientras escribo está aquí, con su nariz me roza la mano es su señal para indicarme que tiene hambre, pone sus ojitos de ternura y mueve la cola mientras la miro.