Para esta semana el ejercicio es trabajar alguna emoción y darle un giro fantástico. Trabajar sobre emociones no es fácil pero podemos echar mano de los recursos literarios para contar una historia que nos invite a gestionar lo que sentimos y dar paso a la transformación de nuestras emociones. En mi ejercicio trabajé el miedo a intentar algo nuevo, para ello opté por un formato de cuento de hadas con su respectivo inicio, desarrollo y final, incluí elementos fantásticos y por supuesto una moraleja.
¿Te animas a leer conmigo?
¡Aquí vamos!
La hoja de letras de oro
Había una vez, en el fondo del gran bosque de pinos cantarines una villa llamada Villahistoria. Era una villa muy especial porque ahí los árboles no daban frutos: daban libros. Había árboles que contaban cuentos de suspenso para leer frente a la fogata; había árboles de amor que en lugar de manzanas contaban poemas y frases de amor.
A Gabriel Buencuento le encantaba cuidar a los árboles de su familia, pero tenía un secreto. Un secreto que solo sabía su árbol favorito, el árbol de los chistes, un viejo roble con un gran columpio de letras. Gabriel quería escribir sus propios libros como los árboles, pero creía que a nadie le interesarían sus cuentos.
—Gabriel, tengo la solución para tu problema. Tienes que subir a lo más alto de mi copa de hojas y encontrar la hoja de letras doradas. Cuando la encuentres debes cortarla y con ella haremos un lápiz mágico.
Gabriel trepó y trepó. Y despeinando un poco al gran roble encontró la hoja más bonita que había visto.
—Prepárate para escuchar un conjuro de magia que solo sabemos los robles. Y dice así:
Hojita bonita
De letras de oro
Transforma tu savia
En magia y tesoro
De tu punta feliz
Historias saldrán
Y el gran cuentero
Tú serás
Y envuelto en hojas y polvo de árbol surgió el lápiz mágico de Gabriel. Dando las gracias se marchó a casa a escribir.
Los días pasaron y Gabriel escribía y escribía y el gran roble, se aburría y se aburría. Hasta que una tarde regresó a ver a su amigo.
—¡Roble! ¡Roble! Tengo listo mi primer libro, lo escribí yo solito y hasta le puse ilustraciones y decoraciones especiales con partes del bosque.
—¡Gabriel, qué trabajo tan lindo y único! ¡Tu libro es fascinante. Eres un escritor lleno de talento, esta es la primera de tus muchas historias.
—No, no puedo presentar el libro. Nunca volveré a escribir. Se acabó el lápiz mágico que me regalaste, ahora no puedo escribir más.
Roble agitó sus hojas soplando una brisa suave con olor a lluvia fresca. Con sus ramas acercó al pequeño Gabriel y lo montó en su columpio.
—Gabriel te contaré un secreto. La magia de ese lápiz eres tú y tus sueños. Cualquier lápiz funcionara porque el talento late en tu corazón. Yo solo te regalé una hojita dorada, se acerca el otoño y tendré muchas más.
Gabriel se abrazó con fuerza a las ramas de Roble, aspiró su aroma a musgo y se sentó a escribir.