Reto de escritura #25
¡Seguimos escribiendo! 25 semanas de confiar en la hoja de papel, en dejarnos sumergir por las letras y los sueños.
Para esta semana te comparto un ejercicio especial se trata de la herramienta Flujo de conciencia. Consiste en escribir tal cual van surgiendo nuestros pensamientos. Puede sentirse caótico y confuso, pero al mismo tiempo lleva un ritmo y la agilidad propia del pensamiento cotidiano.
Este ejercicio facilita despejar tu mente de todo aquello que transita en tu pensamiento, al ponerlo por escrito permite organizar mejor tus días, se logra una sensación de desahogo y genera la distancia suficiente para enfrentar el día a día. Como es flujo de pensamiento notarás que hay ideas contradictorias, distracciones o repeticiones. No es un texto que tenga un hijo conductor claro, pero si lleva un trazo.
¿Te animas a probar?
Junio y sus graduaciones. Estoy harta. Estar atenta a los chats de los grupos de mamás, a las solicitudes del fotógrafo, la organizadora de la cena, de las necesidades de casa, de las locuras sobre el vestido, las exigencias de vestuario y además llegar a casa a recoger los platos, hacer la cena, poner la lavadora y preparar la clase. Estoy cansada.
¿Quién me ayuda a mí? Todos duermen y me doy cuenta de que es el último día de clases de Aura, hoy termina secundaria. Ambas dejaremos atrás el colegio. La veo melancólica, nerviosa, emocionada y explosiva, una combinación que parece más una bomba de tiempo que al sabor favorito del mes. Escribo un poco para organizar el nido de pendientes y emociones que llevo dentro. Mamá reclama mi atención, quiere verme y quiere compañía, pero debe conformarse con una conversación telefónica dos veces al día. Papi, con un Alzheimer inicial oscila entre el mundo real y uno que decide inventarse. Debo llevar a Rafa a rentar un traje y finalizar la inscripción a la universidad. Mis padres se alejan de la realidad y mis hijos me llevan a una tan distinta. Mi mundo cambia y no sé si estoy lista para moverme. ¿Serán las hormonas? Falta jabón y tomate. Debo guardar el cargador. ¿Será el verano, la primavera, el cambio climático, los achaques? ¡Quién sabe! lo cierto es que todo duele.
Necesito un viaje a los domingos de mi infancia.
La veo entrar por la puerta de los niños. La próxima vez que regrese al colegio lo hará por la puerta de adultos. Su infancia se siente más lejos.
Concéntrate acomoda una cosita a la vez. Sus vocecitas infantiles congelan el tiempo y me limpio una gotita de ayer al recordar que nunca más volverán a cantar las rondas ni a perseguirse para ponerle la cola a la serpiente.
¿En qué momento pensé que era buena idea aceptar ser la madre representante de este año? Estoy aquí sola, acalorada, decorando el salón para la fiesta de graduación. Caigo en cuenta que no solo se va la niña, nos vamos como familia. Once años. Once años tan mágicos y dulces. Tengo que escribir antes de empezar a llorar. ¿Dónde deje mi diario? La mesa del comedor llena de palomitas y brownies que debo envolver y decorar. Respira, respira. En algunas horas mi mesa estará limpia y el bote de basura lleno de papeles y envolturas transparentes que hoy se llenan de mis recuerdos.
Ya no más mensajes, ¡Ya! detengan todo. ¿Apagaré el internet de la casa?
La ciudad y los huracanes no se llevan bien. Caos. Al celular llegan los mensajes sobre las graduaciones canceladas o pospuestas. La graduación se canceló. La oportunidad de despedirse se diluye mientras la ciudad se inunda, las presas se reabastecen y mi casa y el corazón se quedan a oscuras.
pd: Esto lo escribí en junio de este año, cuando llegó el huracán Alberto a mi ciudad.