Una de las primeras decisiones que tomas como autor es encontrar el tema qué te interesa abordar y cómo hacerlo. Cuando partes de un detonador o una idea primaria puede resultar sencillo para algunos escritores o complicado para otros. Hoy te propongo que seas tú quien seleccione el tema. ¿Te animas a escribir?
Aquí te dejo mi ejercicio.
La otra marcha
No. Yo no marcho en la calle. Marcho en grupo de niñas entre 12 y 15 años de edad. Marcho por ellas y con ellas. Marcho cada vez que me paro frente a un grupo de adolescentes y les explico la escalera de la violencia y veo que entramos juntas al infierno de Dante. Seré su Virgilio. Debo hacerlo. Marcho cada vez que escucho que son víctimas de abuso y violación de quien se supone debe cuidarlas y amarlas incondicionalmente. Marcho en el silencio compartido de una infancia desgarrada. Marcho cada vez que descubro su dolor y observo la indiferencia de los otros. Su mirada es un espejo roto. No tienen que decirlo. Sé que para ellas la violencia es territorio conocido. Una de ellas habla. Narra el horror. Su silencio también es un abismo. Marcho. Marcho cuando pongo un ejercicio de escritura creativa y escriben desde el miedo. Marcho cuando empiezan a llorar en medio de la clase y dicen, la de la historia soy yo. Marcho cuando me dicen: solo para que tú lo leas. Marcho cuando lo gritan. Marcho cuando debo ofrecerles los caminos e instituciones para que la violencia contra ellas pare. Marcho porque es el primer paso que dan para poder hablar del tema. Marcho cuando las más pequeñas se sorprenden de saber qué el mundo no es justo. Marcho cuando tengo que decirles que, en su ciudad, en México y en el mundo ser niña no es fácil. Marcho porque te creo. Marcho porque trato de ser tan valiente como tú. Marcho porque confío en ti.
Yo Marcho desde un salón de clases.