Susana March nace Alcalá el 28 de enero de 1918. Escribe desde temprana edad versos. En 1946 se consagra como una de las grandes poetas de su generación, su obra maneja el tema amoroso y la idea del deseo, sin embargo es también crítica ante la burguesía española.
De ti y de mí
Si tú eres la montaña,
yo soy la flor, el aire, la llanura,
la fuente limpia y pura,
el río que te baña,
la hondonada,
la cubre y el paisaje;
el zafiro del cielo y la nube de encaje.
Todo y nada.
Tú eres lo duradero,
lo que persiste y queda, la verdad de las cosas.
Yo soy como las rosas.
Doy mi perfume y muero.
Tú eres el titán
que a fuerza de constancia perforaste las rocas.
Yo soy una de esas vírgenes locas
que nunca saben donde van.
Inconstante y alada,
tan pronto rozo estrellas como me mancha el lodo.
Lo quiero siempre todo,
y nunca tengo nada.
Sí; tú eres el más fuerte
y el más bueno quizás.
Tú sabes dónde vas.
Yo sólo voy donde quiere la suerte.
Nos encontramos un extraño día.
Tú el hierro; y la luz.
y nos unimos en una misma cruz
de poesía.
Si tú eres la montaña
que aguarda sin temor el vendaval,
yo soy la fuente de cristal
que florece en su extraña.
Y no puedes conmigo,
valeroso y profundo monte del Himalaya.
Para no sucumbir, necesitas que vaya
a sembrar en ti mi trigo.
Deseo
Ayúdame.
Estoy
ciega.
Mi sed
me ciega.
Cúbreme.
Estoy desnuda.
Abre
las puertas
de mi reino.
Esclavo mío,
asume
tu importancia,
dame
tu ley.
Exijo
tu fuerza.
¡Ámame!
La tierra,
el viento,
el fuego,
el mar
con su oleaje….
¿Qué importa,
di,
qué importa?
Me bebo el Universo
en tus labios,
amante.
He soñado contigo…
He soñado contigo
sin saber que soñaba…
En la gran chimenea
crepitaban las llamas,
la tarde se moría
detrás de la ventana.
Te he visto en mis ensueños
como un blanco fantasma,
alto junco ceñido
al aire de mi alma.
Te he visto ennoblecido
por estrellas lejanas,
turbado por la fiebre
de mi propia nostalgia.
Sobre la alfombra, quieta,
te sueño arrodillada.
Te sueño como a un Príncipe
de los cuentos de Hadas,
como a un vikingo rubio
con escudo de plata.
¡Qué bien quererte mucho
hasta quedar exhausta!
¡Qué bien sentirme siempre,
–¡Dios mío!– enamorada!
Me da miedo el vacío
que me queda en el alma,
el frío que me hiela
cuando el hechizo pasa.
Yo quiero amarte mucho,
con un amor sin pausa,
con un amor sin término,
como los dioses aman,
como los astros, como
las bestias y las plantas.
Siento celos del leño
que acaricia la llama…
¡Igual me abrasaría
si tu me acariciarás!