texto y fotografía por: Maggie Parada
Hay momentos en los que se siente que las historias que lees o escuchas te buscan a ti. Hace poco me encontré con un par de relatos realmente sorprendentes, conmovedores, entrañables. Dos historias con protagonistas muy peculiares, seres mágicos, llenos de pelo, de plumas, que tienen una gran virtud, realizar entre ellos y nosotros una conexión natural, que no cualquiera puede experimentar, se es afortunado si se tiene como compañeros de vida a estas criaturas fantásticas. La película de Penguin Bloom, con Naomi Watts (Netflix) y el libro El gato que venía del cielo, de Takashi Hiraide, (Debolsillo Penguin Random House) nos narran como la vida se torna muy diferente si aparecen en nuestro camino, estos seres de amor.
Imagino a Dios en uno de esos días pesados, con mucho trabajo, necesita ayuda y recluta a sus mejores elementos, les pone disfraz a sus ángeles y los manda a nuestro lado para enviarnos un mensaje, un mensaje que no debe ser sencillo de descifrar, para que así logre quedarse por siempre. Luego sucede lo inimaginable, se abren nuestros ojos para verlos más de cerca, nos detenemos a observar su enigmático comportamiento, y de apoco uno va sintiendo como el corazón se ablanda, nos brindan consuelo y una ternura tan auténtica, esa que solo sentíamos cuando niños.
Más de una ocasión las batallas de la vida nos hacen cuestionarnos, —¿Por qué me sucede esto a mí? — y nos vemos reclamándole a Dios, por qué nos hace pasar por momentos tan dolorosos, tal vez nos sentimos desolados, notamos con nitidez cómo se va formando una delgada capa alrededor de nuestros sentimientos, las cosas ya no se logran ver como antes, se nos va quedando quieta el alma, es entonces cuando se acercan a nosotros estos seres, a tocarnos con ternura nuestros ojos y permitirnos volver a ver las cosas con dulzura, dejamos de engañarnos con las responsabilidades de adultos y nos permitimos verlos jugar, volvemos a asombrarnos por cosas pequeñas, y notamos el corazón tibio, tranquilo. Ellos nos demuestran un inmenso amor sin palabras.
Un gato que llega como el amo y señor, a nuestra casa y sentimos la invasión a nuestro espacio. Con el paso de los días lo observas con detenimiento, te invita a que te quedes quieto y logra sacarte una sonrisa de los labios (El gato que venía del cielo). Una urraca que parece el ser más insignificante de la naturaleza, está herida, lo único que viene a tu cabeza es: no sobrevivirá, pero llegó contigo por alguna razón. Permites que se quede y entonces tu corazón vuelve a tener el mismo ritmo de antes. (Penguin Bloom).
Historias mágicas, con los ojos húmedos lograrás terminarlas, saldrán esas lágrimas que muy seguido escondemos, sin embargo, de vez en cuando debemos dejar salir, recordar que nos permiten sanar, sentir que nuestras heridas se cerrarán poco a poco. Charles Dickens decía: “Los cielos saben que nunca debemos avergonzarnos de nuestras lágrimas”.
Cuando te sientas mal, solo quédate mirando a estos seres. La ternura que te brindan es incomparable, la bondad que te otorgan es inagotable. Son seres sanadores.