Por: Renata Aguado
The whole world is like the House and
we are all beloved children of earth
Piranesi es un estudio del confinamiento y la soledad. Puede ser visto como un thriller contemplativo, un cuento con elementos fantásticos o una novela inteligente y diferente. El progragonista es Piranesi, un personaje perdido en el olvido quién no recuerda mucho de su vida anterior, pero sabe que ése no es su nombre. Él es feliz, afable, generoso; todo es bello y extraño ante sus ojos. Habita una casa monumental con habitaciones infinitas, corredores sin fin y muros llenos de miles de estatuas. Las mareas la inundan de tanto en tanto.
Al principio me costó entender de que va el libro, pero conforme fui pasando las páginas, quedé envuelta en las alegrías dolorosas y las penas dulces que vive el protagonista. La autora utiliza un lenguaje poético y meditativo para representar su mundo interior, creando imágenes oníricas en el proceso. Clarke cuenta que la idea de escribir este libro le surgió muchos años antes en un taller que tomó sobre Borges, por lo que se puede decir que él, y la fatiga crónica que padece, son su inspiración.
Sé de primera mano como una enfermedad crónica distorsiona el tiempo, confunde la memoria y te sumerge en la soledad. Imaginas una realidad no existente, vives en un mundo imaginario, en un laberinto en el que te pierdes a tí mismo. Al separarte del mundo, la enfermedad se vuelve una protección de la que cuesta salir, una dislocación del tiempo pues sientes que no perteneces a esta era. El dolor te forza a escarbar en tu interior para sobrevivir y te hace darte cuenta de la maravilla de las cosas pequeñas, de los placeres simples y cotidianos. Piranesi recorre esta travesía a través del libro. Tal vez por ello me identifiqué tan profundamente con él.
No es un libro para todos, pero si te gustan los libros introspectivos, disfrutaras el viaje sin importar el destino, ya que el aventurarse en lo desconocido es un acto magnífico. Este es uno de los libros más bellos que he leído este año pues como dice su autora: “La belleza de la Casa es inmensurable; su bondad infinita.”