La época navideña me produce cierta nostalgia y —a veces— me pongo en modo grinch. Después de mucho pensarlo me animé a ver el trailer de A boy called Christmas y decidí darle una oportunidad a la cinta.
Es la víspera de Navidad y tres niños deben quedarse con la vieja tía Ruth mientras su papá tiene que ir la oficina. El ambiente en casa no es agradable y menos festivo, acaban de perder a su madre y la llegada de la tía Ruth, interpretada por la siempre maravillosa Maggie Smith, no es vista con mucho entusiasmo.
Si bien, esta premisa puede sonar trillada y algo obsoleta, debo confesar que a dos años de la pandemia en donde se han perdido tantas vidas, en donde la esperanza parece un planeta tan lejano, y de una forma u otra hay esas pequeñas grandes grietas en el corazón; me descubrí en esos niños apáticos y distantes a la euforia navideña; pero, hay algo en las historias, en la magia de las palabras, en ese tejido invisible que es la imaginación, que me atrajó de forma especial, así que decidí verla hasta el final.
¿Y saben qué? ¡La gocé!
La película narra la historia del Nikolas (Henry Lawfull), un niño finlandés que decide ir en busca de Elfhem, el hogar de los elfos, para encontrar esperanza. La estructura de la cinta es un cuento dentro del cuento. Nikolas cree en Elfhem, ese sitio mágico del que le contaba su madre antes de dormir. Cuando su padre y los hombres del pueblo deben marcharse por encargo del rey, aparece la tía Charlotte, quien de dulce no tiene nada, más que su anhelo por un buen chocolate. Nikolas emprende la aventura con el divertidísimo Milka, un ratoncito de campo que te sacará un par de carcajadas.
Para ver hay que creer y si un elfo te regala un hechizo de esperanza, pues la magia interior se enciende y Nikolas encuentra su propósito y también su lugar en el mundo común pero también en el mundo de la magia.
La cinta dirigida por el inglés Gil Kenan (1976) conocido por Monster House Ghostbusters: El legado. Kenan tiene una propuesta que integra la fantasía y el espíritu navideño sin cursilerías, sin blancos y negros, llena de momentos graciosos, de reflexiones interesantes, de nuevas ideas que dan frescura a la cinta, como el detalle de Milka, las hadas traviesas, la resistencia de los elfos para mantener la navidad. Estos personajes llenos de contradicciones, de decisiones rápidas, le dan un sello poderoso a la cinta.
La historia está basada en el libro homónimo de Matt Haig publicado en el 2018. Aunque no lo he leído, me encantó que empieza con una provocación: Este libro está lleno de imposibles, si no crees en ello, no sigas leyendo….
En las actuaciones hay una propuesta coral interesante, villanas que no quieren celebrar la navidad porque extrañan a alguien, antagonistas que solo necesitan un poco de dulzura en su vida, maestras que están dispuestas a todo para mantener la ilusión de un chico, hadas que explotan de tanta verdad que llevan dentro, elfos rebeldes y amotinados y especialmente un niño que atesora las palabras y la magia de su madre.
La producción es muy elegante y cuidada. Realmente te sientes en una villa mágica, llena de color y de vida, pero no desde el típico verde y rojo, abundan los tonos blancos, platas, azules, si pones un poquito de atención, podrás encontrar el secreto de los colores en un trompo bailador. Disfruté el manejo de cámaras con algunos planos espectaculares de los bosques y el pueblo mágico de Elfhem, la secuencia de Blitzer, el reno, es magnífica.
Mi parte favorita de la cinta fue una secuencia de Lumi, en un increíble y emocionante juegos de sombras, manejado en un plano secuencia que bien podria ser un corto en sí, de lo bien logrado que está. Es el cuento que nos invita a creer.
Una película para chicos y grandes. Un clásico moderno y actual que te dejará el corazón calientito y mágico. Porque todos necesitamos un hechizo de esperanza.
Disfrútala en Netflix.