Alfonsina Storni

por | May 19, 2024

Alfonsina Storni. (Capriasca, Suiza, 1892 – Mar del Plata, Argentina, 1938) Poetisa argentina de ascendencia suiza. Destacó en el panorama literario hispanoamericano aportando la mirada femenina sobre el mundo y el movimiento modernista. Dueña de versos sentidos, llenos de dolor, cobijados con una sombra de melancolía y pesimismo, pero al mismo tiempo integrando un auge de amor y deseo.

Te compartimos nuestros poemas favoritos de la gran Alfonsina.

 

Tú, que nunca serás

Sábado fue, y capricho el beso dado,
capricho de varón, audaz y fino,
mas fue dulce el capricho masculino
a este mi corazón, lobezno alado.

No es que crea, no creo, si inclinado
sobre mis manos te sentí divino,
y me embriagué. Comprendo que este vino
no es para mí, mas juega y rueda el dado.

Yo soy esa mujer que vive alerta,
tú el tremendo varón que se despierta
en un torrente que se ensancha en río,

y más se encrespa mientras corre y poda.
Ah, me resisto, más me tiene toda,
tú, que nunca serás del todo mío.


 

Queja

Señor, mi queja es ésta,
Tú me comprenderás;
De amor me estoy muriendo,
Pero no puedo amar.

Persigo lo perfecto
En mí y en los demás,
Persigo lo perfecto
Para poder amar.

Me consumo en mi fuego,
¡Señor, piedad, piedad!
De amor me estoy muriendo,
¡Pero no puedo amar!


ALMA DESNUDA

SOY un alma desnuda en estos versos,

Alma desnuda que angustiada y sola

Va dejando sus pétalos dispersos.

 

Alma que puede ser una amapola,

Que puede ser un lirio, una violeta,

Un peñasco, una selva y una ola.

 

Alma que como el viento vaga inquieta

Y ruge cuando está sobre los mares,

Y duerme dulcemente en una grieta.

 

Alma que adora sobre sus altares,

Dioses que no se bajan a cegarla;

Alma que no conoce valladares.

 

Alma que fuera fácil dominarla

Con sólo un corazón que se partiera

Para en su sangre cálida regarla.

 

Alma que cuando está en la primavera

Dice al invierno que demora: vuelve,

Caiga tu nieve sobre la pradera.

 

Alma que cuando nieva se disuelve

En tristezas, clamando por las rosas

Con que la primavera nos envuelve.

 

Alma que a ratos suelta mariposas

A campo abierto, sin fijar distancia,

Y les dice libad sobre las cosas.

 

Alma que ha de morir de una fragancia,

De un suspiro, de un verso en que se ruega,

Sin perder, a poderlo, su elegancia.

 

Alma que nada sabe y todo niega
Y negando lo bueno el bien propicia

Porque es negando como más se entrega,

 

Alma que suele haber como delicia

Palpar las almas, despreciar la huella,

Y sentir en la mano una caricia.

 

Alma que siempre disconforme de ella,

Como los vientos vaga, corre y gira;

Alma que sangra y sin cesar delira

Por ser el buque en marcha de la estrella.

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