Juan Rulfo estuvo enamorado de una sola mujer: Clara. Ambos sostuvieron un noviazgo por correspondencia. Clara Aparicio guardo celosamente por más de 50 años las cartas de su esposo, hasta que años después de su muerte decidió publicarlas y así surge: Aire de las Colinas.
Te comparto la carta inicial del libro, en un ejercicio de la complicidad de los amantes y las letras.
“Desde que te conozco, hay un eco en cada rama que repite tu nombre; en las ramas altas, lejanas; en las ramas que están junto a nosotros, se oye.
Se oye como si despertáramos de un sueño en el alba.
Se respira en las hojas, se mueve como se mueven las gotas del agua.
Clara: corazón, rosa, amor…
Junto a tu nombre el dolor es una cosa extraña.
Es una cosa que nos mira y se va, como se va la sangre de una herida; como se va la muerte de la vida.
Y la vida se llena con tu nombre: Clara, claridad esclarecida.”
“Yo pondría mi corazón entre tus manos sin que él se rebelara.
No tendría ni así de miedo, porque sabría quién lo tomaba.
Y un corazón que sabe y que presiente cuál es la mano amiga, manejada por otro corazón, no teme nada.
¿Y qué mejor amparo tendría él, que esas tus manos, Clara?
He aprendido a decir tu nombre mientras duermo. Lo he aprendido a decir entre la noche iluminada.
Lo han aprendido ya el árbol y la tarde…
y el viento lo ha llevado hasta los montes y lo ha puesto en las espigas de los trigales. Y lo murmura el río…
Clara:
Hoy he sembrado un hueso de durazno en tu nombre.”
Guadalajara. 10/44
Juan Rulfo
Aire de las colinas.
Cartas a Clara.
Juan Rulfo.
“Plaza & Janes Editores S.A.”
2000