Y llegamos a Antes de la Medianoche, el cierre de la trilogía Before de Peter Linklater.
Para quienes crecimos durante los noventas, Antes del amanecer se convirtió en esas primeras experiencias de ir al cine con los amigos, despertó en muchos de nosotros las ideas del amor romántico, su magia y la sorpresa de sentirse enamorado. De cierto modo crecimos con Jesse y Celine. Cuando llega Antes del Atardecer, Jesse y Celine no eran los únicos que habían cambiado, nosotros también. Sufrimos las primeras decepciones amorosas, las frustraciones laborales, la realidad de ser adultos y la idea de un futuro en el que no encontramos ni lugar, ni tiempo perfecto.
Si Antes del amanecer nos regala un sueño, Antes del atardecer renueva la magia y la esperanza de las conexiones, nos dice que los sueños tienen su momento, pero también tiene esa carga de valentía de lanzarte al compromiso de amar intensamente.
Han pasado nueve años desde aquella tarde en París en donde Jesse y Celine vuelven a llenarse de magia y a vivir la oportunidad de estar juntos verdadermente. Ahora son padres de un par de gemelas, Nina y Ella. La cinta arranca en un viaje familiar en Grecia, donde se hospedaran en casa de un escritor griego a modo de una residencia de verano para Jesse. Mientras que Celine tiene dudas sobre una nueva oferta laboral.
Antes de la Medianoche es la cinta más compleja y difícil de ver de la saga. Tiene un lenguaje más íntimo y emotivo. Ya no están de por medio los trenes de Viena, el romanticismo de París. La magia entre ellos adquiere otros tintes, otras dimensiones. El amor se vuelve más cotidiano. Con sus impulsos y obstáculos, un amor maduro y quizás algo desgastado por la rutina y sus roces. Si bien las dos primeras cintas buscaban enamorarnos, hacernos creer en el destino, en los enredos del azar y de su mágico hilo rojo; Antes de la medianoche nos invita a cuestionarnos sobre la experiencia de amar y ser amado. El amor del día a día, el amor de los días aburridos, del amor en los días de desasosiego e ira, el amor desde las grietas de nuestros propios conflictos, ese amor que puede herirnos, ese amor que implicar un proyecto de vida y también un plan de trabajo, que sabemos desde el primer minuto que nos tiene de pie frente al abismo y con la duda instalada en los labios.
La secuencia del hotel es devastadora. Profundamente humana, visceral, un bucle en la vida de muchas parejas: ¿De verdad queremos seguir juntos?
Linklater juega de nuevo con nuestros sentimientos y nos ofrece un final ligeramente abierto, con giros, interpretaciones y juegos. Como espectadora es angustiante ver que el reloj dice que la película está a punto de terminar y ambos están completamente destrozados, pero de nuevo la magia, Celine lanza una pregunta, Jesse responde y estamos de nuevo viendo aquel destello de vida e ilusión que nos enamoró en aquel tren en 1994.
No importa el final de la historia de Jesse y Celine, me quedo con la más valioso de la triología Before: el amor es. Así, simple, el amor es un instante, una vida entera, una oportunidad, o dos; una noche en el parque, una tarde en el café, una noche en el chat.
El amor no es para antes y tampoco es para después. El amor es para hoy. Aunque dure un par de películas.