Escribe un relato utilizando la estructura clásica: inicio, desarrollo y final. Utiliza como detonador de la historia una emoción. Recuerda que la emoción es momentánea y el sentimiento es permanente.
Aquí te dejo mi ejercicio.
Karma
Es jueves. Tienes cita a las 11:40 am. Recuerdas que el doctor es asquerosamente puntual. Sales con el tiempo justo. Recuerdas que debes pasar al cajero. Te distraes, pasas la salida, tienes que volver sobre tus pasos. Llegas al banco, el auto cajero no funciona. Conoces la rutina: estaciona, baja, fila. Ves el reloj y te inquietas. Vas a llegar unos minutos tarde. Sabes que se va a molestar. Ni modo. Suspiras. El sol se siente bien. La radio tiene buena música. Llegas. El estacionamiento está lleno. Hay otro carro esperando. Sales y le hablas al muchacho del valet parking. Entregas el carro. Apuras el paso. Colocas el cubrebocas. Tomas el sobre con los estudios. Subes las escaleras a paso rápido, no quieres que te regañe. No por eso. Te presentas con la asistente. Vine retrasado, dice. Te hundes en la sala de espera compartida. Hay mucha gente. Todos tienen incertidumbre en la mirada y la esperanza de que todo va salir bien es el aroma del café quemado. Los miras. Te miran. No hay mayor complicidad que compartir el miedo en esta prisión de doble altura con el noticiero de fondo. Sacas el celular y te das cuenta de que llevas más de una hora esperando. Dicen tu nombre. Avanzas a la puerta. El doctor está en el pasillo. Apuras el paso. Te indica que tomes asiento. No recuerdas si lo saludaste o no. Si te saludo o no. En un gesto mecánico entregas el expediente que llevas los últimos 60 minutos aprisionado en el pecho. Comienza a leer y te reclama no haber ido en diciembre. Explotas. Tu cabeza es una carretera congestionada de pensamientos y reclamos. Es apenas tres de enero. Primer día hábil del año. Reclamas como el aceite hirviendo del puesto callejero frente a la clínica. Revientas burbujas de impotencia. Apesta. Le reclamas que no ha contestado tus mensajes ni llamadas. Afirmas que dijeron: No hay cita. Te mira como si estuvieras muerta. Su asombro te enfurece. Sabes que miente. Excusas baratas y fugaces como el antibacterial del escritorio. Respiras. Llama a la asistente para preguntar si lo que dices es cierto. Venga. La furia es un chispazo y a ti te gusta la lumbre. Se enfoca en los resultados. Pregunta: ¿entonces, sí te operaron? La frase te corta el aire. La soledad es la eternidad disfrazada de ahora. Y ahí estás tú. Entre pensar y reaccionar: un abismo. Un remolino que alarga el tiempo. Contestas. Su respuesta es la plancha helada de la sala de recuperación. Tiemblas. Está vez de rabia, no como hace 8 semanas después de la cirugía. Nota tu incomodidad. Aguantas. Te repites: no vas a llorar. Ves el reloj, 20 minutos de consulta y pregunta: ¿Cómo te sientes? Te vuelves un erizo. Eres una espina. Pides la receta, quieres largarte de ahí. No recuerdas ni como saliste. Llegas al estacionamiento y descubres que no traes las llaves, recuerdas. Tus ojos te delatan. El valet parking sabe que estás a punto de derrumbarte. Se ofrece a acompañarte hasta el coche. Aceptas. ¿La atendió el dr. X? Sus ojos se cruzan, adivinan, confirman. ¾ ¡Mire! Qué casualidad, aquí está su carro justo al ladito del carro del doctor. Deje le abro la puerta. ¡Ups! Creo que se rayó la puerta. Espere, deje lo intento de nuevo. ¡Ay, que mala suerte, se rayó otra vez! Entras al coche. Sacas la cartera y le entregas un billete generoso como el rayón del coche.
TIP: Aprovecha el título para decir algo sobre el relato. Este ejercicio está redactado desde la segunda persona del singular es decir, nuestro narrador está observando al protagonista de la historia. La información está organizada en un solo bloque para dar enfatizar la emoción detonadora.
