Hay días que descubres que no estás sola. Hay algo que te acompaña, te acecha. Viene por ti. Lo presientes. Una angustia que sube las escaleras, que te acaricia el cabello y susurra tu nombre. Así es la obra de Amparo Dávila.
Una mezcla entre lo real y lo temido; una frontera diluida y transparente que permite al lector migrar entre el sueño y la profecía. Dueña de un imaginario particular, con características oscuras e inquietantes; Amparo Dávila escribe para explicarse el mundo: “Hay textos técnicamente bien escritos, pero que nacen muertos: no quedan en la memoria de quien los lee. No creo en la literatura hecha solo a base de la inteligencia o la pura imaginación. Creo en la literatura vivencial, ya que esto, la vivencia, es lo que comunica a la obra la clara sensación de lo conocido, de lo ya vivido, y hace que perdure en la memoria y en el sentimiento, y constituye su fuerza interior y su más exacta belleza”.
Amparo Dávila (1928-2020) Nace en Pinos, Zacatecas. Su infancia estuvo marcada por la muerte de sus hermanos y por los cortejos fúnebres que observaba desde su ventana. Creció en un pueblo minero, alejado de todo y de todos; aprendió desde muy niña a convivir con fantasmas, Dávila mencionó en alguna ocasión que, en su casa habitaba el espíritu del antiguo dueño de la hacienda donde vivía de niña.
Escribió poesía y cuentos. Sus cuentos han sido etiquetados como extraños, difiero. La originalidad en la construcción del relato y sus personajes provocan una angustia latente y alucinante en el lector. Sus cuentos se caracterizan por presencias, espectros, seres que no podemos definir, pero nos erizan la piel. El miedo no tiene nombre, pero nos alcanza. Las historias de Dávila parecen tesoros encapsulados en ámbar. Sus cuentos son atemporales como la fantasía y el embrujo que los acompaña. Sus historias nos sobreviven; podrían escribirse en cualquier ciudad, en cualquier momento. No son cuentos extraños, son cuentos dotados de un imaginario nutrido por las visiones de Dante, la soledad infantil y el talento de una mujer rebelada a su tiempo, que no dejo nunca que la censura, los estereotipos y el silencio alcanzará a sus historias.
En la mayoría de sus relatos los protagonistas son mujeres. Mujeres comunes que viven y exploran sucesos más allá de la lógica y la sin razón. Protagonistas que exploran la barrera entre lo insólito y lo anodino. Mundos interiores que se fusionan entre la costumbre y la lluvia. Personajes con miedos y contradicciones que, viven atrapados en jaulas invisibles donde la llave la posee lo desconocido.
Dávila afirma que la crítica literaria la ubica erróneamente en el terreno de lo fantástico, cuando ella lo que intenta es manejar las dos caras de la realidad, la cara externa, la cotidiana y la interna, la cual suele ser más oscura y misteriosa.
Sus primeros trabajos se recogen en Tiempo Destrozado (1959) y Música Concreta (1964). Es hasta 1977 con la llegada de Árboles petrificados que recibe el premio Xavier Villaurrutia. Actualmente existe el premio Premio Bellas Artes de Cuento Amparo Dávila.
La obra de Dávila ha sido celebrada en el extranjero y sometida a años de silencio en el panorama mexicano. Inició una amistad por correspondencia con Julio Cortázar a quién le dedicó un par de cuentos.
Leer a Amparo Dávila es encontrar microcosmos de secretos y excitación en una habitación, contemplar la muerte como quien observa volar a los pájaros, temer la noche y sus pasos…
Para leer los cuentos de Amparo Dávila te recomendamos:
- El huésped
- Árboles petrificados
- La señorita Julia
- Muerte en el bosque
- Alta cocina
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- Esta reseña fue publicada originalmente en la revista de literatura La Coyol Revista, mayo 2021