Recordar la infancia es hablar de rodillas raspadas, amigos y juegos. Lo que nadie te cuenta son esos miedos que llegan al apagar la luz, los exámenes, las primeras travesuras, los fantasmas que rondan la casa, el aburrimiento de los días de escuela y la idea del infierno que empieza a llenarte la cabeza.
Xavier es el hijo único de Xavier y Alicia. Adorado por Chelita, abuela por sangre y cómplice por convicción. Xavier está en la primaria y para decir la verdad, no le está siendo fácil; las calificaciones son malas y le encanta meterse en problemas, pero ha descubierto que, sí se pone a escribir durante la clase, los maestros piensan que está tomando notas y lo dejan en paz. ¡Escribir es sobrevivir!
Xavier Velasco con un estilo autobiográfico y auténtico, nos cuenta el cuento del cuento de su infancia. El pretexto ideal es, ese cuadro que cuelga en la sala, donde se refleja un niño rubio de ojos claros, casi un querubín, que es igualito a él, pero al mismo tiempo, alguien a quién no reconoce.
“No ha sido la escritura el único juego que sobrevivió a la edad en que nada parece cosa seria”. Velasco opta por un narrador infantil para reescribir su infancia. Un niño de pensamiento ágil y solitario, que encuentra en la escritura una forma de distraer al maestro en turno y explorar la imaginación que se le escurre por las narices, como la sangre y los moretones en las peleas del patio escolar.
Este que ves es un relato íntimo y realista de las vivencias infantiles. De todo aquello que sabemos y guardamos, pero, no podemos revelar. La novela es bastante divertida, aunque por instantes melancólica y reflexiva respecto al papel de los padres, los maestros y nosotros mismos, vistos desde afuera, desde el adulto al niño que una vez fuimos.
Velasco dedica la última parte de la novela a un juego de reflexiones y metáforas entre lanzarse de un avión y escribir “Uno puede decir que el vicio de escribir es como un bicho omnívoro cuya urgencia de vida se alimenta de realidades compulsivas, pero antes que eso es un bicho antropófago. Come de uno primero, luego de los demás, y después del orgullo de saberse insaciable. “
Entre escribir y vivir; entre escribir y borrar la tentación es poderosa afirma el autor: “Una cosa es contarla y otra muy diferente contársela a uno mismo. Es decir, escribirla”
En las últimas páginas de la novela, Velasco narra a detalle como la escritura salva su infancia y su vida. En un deseo, quizás de explicarse a sí mismo, utilizando su retrato y la escritura como pretexto.
Desde esa niña que fui, a ese niño que ves, Xavier, te digo: yo si hubiera bailado contigo.
“No importa lo que quiera, ni lo que haya querido. Escribo obedeciendo, no sé a qué ni a quién. Son las reglas del juego, aquí tampoco hay señalización. Voy detrás de las llamas que encendí sin querer y no supe apagar, tal vez porque sin ellas la vida y el amor y el juego todo habría sido insoportablemente pequeños”.
No soporto la idea de hacerme grande ahora, sólo porque es la hora de terminar la historia, y además uno escribo justo para pelear contra lo insoportable…”