Me gustaba encender la lumbre. Ver al fuego hacerle el amor a la hojarasca de las montañas. Observar como se derrite de placer. El fuego le reza susurros, la enamora mientras la hace arder, su amor se consuma en cenizas. Me detenía en las figuras que se alzaban entre chispas y gemidos. Soñaba con que él me amara como ama el fuego, pero la gente decía: ten miedo del fuego, quema. Pero el fuego es luz.
Sin darme cuenta me convertí en una sombra rancia. Mentirme me ayuda a superar los días. Para él soy una espina. Su voz es un látigo maldito, sus manos son una tortura. Soy una ardilla asustada, Él, un coyote.
Ser presa no es tan fácil como parece. El predador te observa. Selecciona. Ataca. Busca su propio placer porque el papel de cazador lo hace fuerte. Dominarme le da poder sobre mi universo. Es lo único que lo excita.
Sueño con ser agua. Diluirme en la regadera. Atravesar la mierda. Llegar al océano. Los últimos días fueron incendios. Él está cada vez más perdido en sus propios miedos. Escucha voces invisibles, da manotazos, murmura. Me odia. La bestia va a tomar el control. Tengo miedo.
Entró a mi cuarto como se llega a la cacería, en silencio rapaz.
Me despierto mojada. No había placer, no había lluvia, porque el agua no arde en los ojos, el agua no escoce en la piel. No pude escapar. Esta vez él prendió el fuego.
Ardí. Grité.
Lo maldije con mi voz de llamas. Me lancé a su abrazo. Lo consumí.
Me gustaba encender la lumbre. Ver al fuego hacerle el amor a la hojarasca de las montañas. Esta vez soy el fuego. Lo amé como ama el fuego hasta dejar de ser. Ardió conmigo. Él cambiará, lo sé.
Ahora ambos somos cenizas.
Para todas las mujeres que necesitan el valor del fuego.
Maravilloso!!