Empieza la canción, una canción que evoca mi infancia. Al jardín de mi casa lleno de azahares de naranja y limón, la sopa de elote que hace mi mamá, el abrazo de papi al llegar de la oficina. La escena es maravillosa, nubes grandes y pequeñas se mueven abriendo paso a una belleza de colores. El lugar parece mágico y vivo. De pronto, en la misma secuencia todo es diferente, las nubes son ahora negras, voraces. Y de nuevo, hay otro cambio. Aparece Sebastián, un niño que sufre por la muerte de su madre, su papá le dice que olvide la fantasía y haga lo que le corresponde, y como si no fuera suficiente un grupo de niños lo acosa en la calle.
Sebastián huye de estos niños y se refugia en una librería. Ahí descubre un libro peligroso, un libro con una portada como nunca había visto, un símbolo mágico, dos serpientes entrelazadas que se muerden la cola mutuamente, una es clara, la otra oscura. El niño toma el libro y se dirige a la escuela. Las clases ya empezaron, se refugia en el ático para leer. Abrir el libro es entrar a Fantasía, un viaje donde se conectan el mundo real, con el mundo de los deseos y sueños. Fantasía vive la amenaza de la nada. La nada es la devastación furiosa y oscura que destruye todo a su paso.
Sebastián emprende su viaje a Fantasía, está vez lo acompaño. Me encanta vivir en el asombro, ese instante en que tocamos la magia y sus alas. Observo al Duende Nocturno y su murciélago dormilón, veo al hombrecito y su gracioso caracol veloz, escucho el crujir de un goloso come rocas que tiene una mirada y una expresión tan dulce que contrasta su sólido cuerpo. Todos están preocupados. La nada avanza. Destroza todo a su paso. No es un hoyo, no es un vacío, es la desolación.
—Empiezo a cuestionarme. ¿Qué es la nada?¿Qué me acecha? La nada existe, ahí está. Nos mira a los ojos— Los nuevos amigos deciden que es tiempo de ir a la torre de marfil y pedir ayuda a la emperatriz. —¡Que fascinante es ver al pueblo de fantasía! Personajes magníficos, seres de tres o cuatro rostros, cabezotas gigantes, ¿Cómo encajo en Fantasía? Soy tan ¿normal? — Para salvar Fantasía, la emperatriz convoca a un guerrero, el cazador de búfalos púrpuras, Atreyu. Se le entrega un símbolo mágico, el áuryn. El mismo de la portada del libro. —Hoy entiendo el símbolo. Una serpiente representa el mundo real, el otro el mundo de los sueños y fantasías. Separarse es destruirse. Su danza eterna asegura la vida. Es mi primer recuerdo del símbolo del infinito—
Sebastián y Atreyu están conectados, pero aun no lo saben. Atreyu encuentra a Artrax, su caballo, su compañero de viaje. Salvar Fantasía no es fácil. Hay que atravesar el pantano de la tristeza. El solo nombre es implacable. No puedes dejar que la tristeza te alcancé. También he visitado ese pantano. Grité con Atreyu por Artrax, lloré también por mí.
Morla es el ser más antiguo de Fantasía, una tortuga que habla en acertijos y que tiene alergia a la juventud. Morla dice que la respuesta la tiene el oráculo del sur. Aquí entra Falkor, el enorme dragón volador con escamas peludas e iridiscentes que le gusta que le rasquen las orejas y tiene esos ojos color cajeta que encierran los secretos de la lluvia. Toda mi infancia creí que Falkor era un perro. Hasta siento que se parecía al mío.
De niña me aterraba el oráculo del sur. Esas efigies con torso de mujer, con alas y garras. Una frente a otra, dormidas, envueltas en una luz dorada, casi etérea. El oráculo puede ver: “lo que calla tu corazón”. —¿Cuántas veces he sido un Atreyu frente al oráculo? ¿Cuántas veces no he dejado ver mi corazón? —
Sebastián grita: ¡Ten confianza! —¿Cuántas veces nos falla la fe en nosotros mismos? ¿En qué consiste tener esperanza?—Descubro que necesito ser mi Sebastián y mi Atreyu. Lo soy, aunque a veces me enfrente y me pierda— La siguiente prueba es el espejo. El espejo ve lo que eres. —Me atrae esa idea de desdoblamiento, de la mirada oblicua, la mirada encarnada y abierta. Plantarte frente al espejo es valentía. Mi espejo es una hoja en blanco.
Atreyu sigue. La nada está cerca, es arrebatadora, total. La nada tiene un emisario, un lobo gigante, con unos expresivos y malignos ojos esmeraldas, su nombre Gomur, pero bien podría ser desesperanza, tristeza, ansiedad, miedo. Todos esos nombres juntos. Un solo nombre: soledad. Gomur te invita a rendirte, a dejarte caer. La nada se alimenta de la desesperanza, del olvido de los sueños, del abandono de la fantasía. La nada significa un quiebre, separar las serpientes que enlazan la realidad con la fantasía. Si se rompe, no queda nada. No hay posibilidades, no hay sueños, no hay fe. Atreyu es un guerrero y está listo para luchar. Gomur ataca.
Fantasía ya no existe. Flotan sus pedazos en el universo. La torre de marfil navega sin rumbo entre los restos de la destrucción. Atreyu siente que ha fallado. Es la primera vez que vemos a la Emperatriz, es una niña. Ella necesita un nombre nuevo. Sebastián duda. No puede creer que él sea importante para la historia, esa duda que quema, que paraliza, que nos deja fuera. Dudar es perder la posibilidad. —Me encanta este juego, el libro cobra vida en la imaginación del lector. El lector no es un ser pasivo, es quien conduce la historia y aquí, en esta historia, es Sebastián el único que puede salvar a Fantasía, pero yo lo acompaño—
Sebastián grita el nombre, el nombre de su madre. Es un misterio, no podemos oírlo, no podemos leerlo. —Quiero creer que es mi nombre.— Mi nombre salva Fantasía.
Regresé a Fantasía.
Después de tantos años, hoy acompañé a Atreyu y Falkor. Hablé con el Come Rocas, el hombrecito y su caracol, saludé al Duende Nocturno, me paré frente al oráculo, vencí a Gomur. Renací.
Fantasía, ¡no sabía cuánto te había extrañado!