Me gustan las cintas de anime. Disfruto la versatilidad de sus temáticas, la construcción de sus personajes multidimensionales, la integración de la mitología y la filosofía oriental, así como las técnicas visuales y sonoras que envuelven las películas. Anoché entré a Netflix y me encontré con la sorprendente Princesa Mononoke. Una de las piezas icónicas de la filmografía de Studio Ghibili, dirigida por el legendario Hayao Miyazaki. Estrenada en 1997, la película está formada por 144.043 cels –hojas transparentes que marcan el movimiento, no solo de los personajes, sino de las hojas, el pasto, las aves, las nubes y el agua. La princesa Mononoke se estrenó en julio de 1997.
El príncipe Ashitaka emprende un viaje para liberarse de la maldición del tatarigami, un espíritu que destruye todo a su paso. En su camino, debe entrar al bosque y encontrar al espíritu del gran dios Siervo quién puede curarlo. Como en los cuentos clásicos, mientras seguimos el viaje de Ashitaka, Hayao Miyazaki introduce y cuestiona elementos de la historia del Japón como las condiciones de trabajo de los mineros, la explotación extrema de los recursos naturales, la participación de las mujeres en las actividades económicas y hasta el tema del manejo de las enfermedades tabú como la lepra.
Mononoke significa “espíritu vengador”. San es criada por el gran dios Lobo y se convierte en parte de su manada, su único objetivo es proteger al bosque y buscar el equilibrio. La primera aparición de San es impactante, ella es audaz y arrojada, monta un lobo y se enfrenta sin temor a hombres armados. Como espectadores somos testigos de San, chupando y extrayendo sangre de la herida de su madre loba. San mira fijamente a la cámara. No hay temor, hay deseo de revancha. Miyazaki nos presenta a una chica fuerte y decidida, impetuosa pero al mismo tiempo reflexiva entre el caos que implica la lucha entre los avances humanos y el respeto al medio ambiente.
Miyazaki desarrolla personajes profundos, llenos de matices y un mundo interior que poco a poco va develando. Nos muestra sus orígenes, preocupaciones y también cuáles son las razones de sus proceder, tal es el caso de Lady Eboshi, a primera vista es la mala del cuento, sin embargo conforme se desarrolla la historia descubrimos que Lady Eboshi emplea y trata justamente a las mujeres que han quedado solas por la guerra y atiende a un grupo de leprosos. La cinta plantea el tema de la ambición y el oportunismo.
La naturaleza es uno de los temas más recurrentes de la obra de Miyazaki, y la princesa Mononoke es quizás su esfuerzo más feroz para mostrar, la eterna lucha contra la destrucción que ocasiona el progreso, el hombre contra la naturaleza. Un clásico que no pierde vigencia, al contrario, nos enfrenta a cuestionarnos el hoy y las acciones qué tomamos en pro del planeta entero, los cuidados del agua, la conservación de especies, la calidad del aire, las renovación de la tierra, etc..
El espíritu del dios Siervo tiene un encanto particular, es un siervo gigante, con un rostro que parece una máscara con un espectacular tono naranja, es inquietante; más que apacible, hay algo en él que parece nos observa, cuando se transforma en su versión nocturna, la animación es aluciante y sobrecojeadora.
El cine de Miyazaki plantea violencia fantástica como violencia con armas y situaciones extremas como descabezados y mutilaciones. Es un error pensar que por la técnica empleada, es decir por ser de animación, la película va dirigida a un público infantil. La princesa Mononoke va dirigida a un público adolescente y adulto. No sólo por la temática como el dolor, la ambición, las despedidas, las responsbilidades, los derecho de los animales, las consecuencias de la explotación, etc. si no también por la duración, es demasiado larga para niños pequeños.
La película crea una atmosfera muy particular con el uso de la animación tradicional, su paleta de colores, el tipo de encuadres y movimientos de cámara; así como una bellísima banda sonora y en particular el manejo del sonido con varios planos que te hace casi casi estar en el bosque frente al dios Siervo.
Un clásico de anime. Un personaje inmortal. Es una verdadera princesa guerrera que antepone sus creencias ante dilemas éticos. Cuando se estrenó en Estados Unidos, fue traducida por el escritor inglés Neil Gaiman, quien buscó respetar el sentido de los diálogos originales. Un año después de su estreno surge Mulan de Disney, donde presentaba una mujer guerrera, recordemos que en ese tiempo la cinta pasó sin pena ni gloria, es hasta 20 años después que surge el remake en action live y trae una nueva carga para el público.
La princesa Mononoke no necesita resurgir o reinventarse para ser actual. Es la primera chica que tiene el liderazgo y poderío que observamos de una forma natural y justa. En ese aspecto, los personajes de Miyazaki buscan ese balance entre la fortaleza interior, con sus claroscuros y sus miedos, sin brindar lecciones de moralina barata. San fue abandonada por su padres frente a la diosa Loba, y ésta la crió como su hija, mientras los humanos huyeron. San se sabe humana pero quiere ser Loba, libre, aguerrida, defensora del bosque. Para ella, los humanos representan la destrucción y la violencia contra lo que aman.
Imperdible y adorable. Una belleza en cuanto a su técnica, colores y sonidos. Ojalá y por sus 25 años la reestreno en el cine.
