¿Cuánto tiempo pasa para que surja el cariño? ¿Cuándo se empieza a amar? ¿Hay que hacer algo para querer o conectar con alguien? ¿Qué es lo que nos hace decir te quiero? ¿En qué consiste esa fuerza que nos hace amar? Ayer me reencontré con una película maravillosa que volvió a cautivarme a pesar del tiempo. Nunca te vayas sin decir te quiero, es la historia de Chaya y Simcha. Ella, hija de sobrevivientes de los campos de concentración, tiene 20 años y estudia filosofía en el Amberes de los años 70s. Él, tiene cuatro añitos, es pelirrojo, hijo de judíos muy religiosos, el tercero de 5 hijos y además no habla. Chaya llega a la casa Kalman en papel de niñera y en cuanto cruza la mirada con el pequeño, el mundo empieza. Una conexión instantánea, un amor tan inocente y libre como los patos que observan todas las mañanas en el parque.
La conexión entre ambos es tan conmovedora y especial que me orilla a volcarme en mí. Sé que es película. Sé que la chica tiene una actuación llena de dulzura y vitalidad y que el niño es adorable, pero no puedo dejar de pensar lo fácil que es dejarse querer y estar dispuesto a amar a alguien. Y mi mente vuela a la escritura y a la experiencia de compartir con alguien tus pensamientos más íntimos o aquellas fantasías que estructuras a modo de cuento, de poesía o quizás de una crónica.
Siempre he creído que la literatura y la escritura están llenas de magia y de lazos invisibles que se tejen entre los personajes y sus lectores. Hace aproximadamente un año inicié el Club de Lectura El Circo y la Bruma; iniciamos en formato digital. De todos los participantes solo conozco personalmente a 3, al resto solo a través de la computadora. Nunca los he visto a los ojos, nunca los he abrazado, y sin embargo los quiero. Verdaderamente los quiero. Las historias nos han vuelto cercanos. Un lunes en nuestra sesión del club, una compañera compartió algo muy íntimo y la reacción del grupo fue de solidaridad, de apoyo incondicional, pese a la distancia, estamos ahí en nuestro cuerpo y alma digital. La vida del otro no puede ser indiferente a nosotros. El amor no lo es. Está ahí flotando, invisible, a veces adquiere forma de palabras, quizás una imagen, una reacción por el zoom, quizás un apapacho, una mirada, un emoji, una compañía física, una compañía del alma.
En la peli, el papá de Chaya, recuerda cuando tuvo que huir de su casa con tan solo dos maletas donde llevaba su álbum de fotos, el violín y los candelabros de plata, para protegerlos enterró su equipaje en un primer escondite y 30 años después sigue buscando esos recuerdos. Cada vez que se despide de su padre, este insiste en recalcar el amor, ya que no sabemos cuando volveremos a encontrarnos. Y ella repite: nunca te vayas sin decir te quiero.
Chaya y Simja desarrolla una relación de complicidad y amor desde la empatía y disfrute de estar juntos. Su juventud la orilla a cuestionar las costumbres ortodoxas, a acompañar a la sra. Kalman y a enfrentarse con el padre por buscar mejorar la vida del niño. La película cuenta con una banda sonora muy emotiva, actuaciones delicadas y entrañables. Una cinta que nos invita a pensar sobre el significado del amor y sus múltiples dimensiones, el amor como el agua siempre encuentra su camino, su forma vital de refrescar, su capacidad transformadora y absorbente de todo lo que llevamos dentro.
Que no nos pase la vida sin decirlo, que no nos pase el día sin decir te quiero.
No te vayas sin decir te quiero (Left Luggage)
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