Nuno Júdice

por | Mar 18, 2024

Nuno Júdice (1949-2023)

Crítico literario, progesor de literatura, poeta. Es uno de los más importantes poeta portuguesas del llamado grupo Poesía 61.

Aquí una muestra de sus poemas.

 

Interrogación

El amor es una vocación oscura. No sé de dónde viene,

pero sé que tiene la forma de un cuerpo que se abraza,

el calor de las palabras casi murmuradas, la precisión

de las manos que descubren el camino hacia el centro,

y que demoran en cada curva. Puedo describir el amor

a través de todas sus formas; indicar el camino

para encontrarlo, pasando las pausas de la vida;

verlo en lo profundo de los ojos que se abren en el intervalo

de un abrazo; seguir su movimiento en el desordenarse

de los cabellos; y olvidar todo lo que sé sobre el amor

para descubrir, de nuevo, cuando viene a mi

encuentro en el sol de la mañana, y el mundo se apaga

a tu regreso para que tu sonrisa lo encienda

y me haga preguntarte por qué el amor

es una vocación oscura.


Luz artesanal

Trabajé el arte del relámpago, arrancando

sus puntas del cielo. Extendí un haz de cenizas aún

caliente sobre las cortinas de la tarde. Vi la lava

descomponerse en una sonrisa de fuego, y seguí aquel río negro

hasta el estuario de tus brazos.

«Todo podía haber nacido en la lentitud

de los labios, en la ejecución perfecta de un murmullo»,

me dijiste. Podíamos haber discutido

sobre su lógica hasta el final de esta frase, como si el amor

no enmudeciera la razón.

Sin embargo, apenas escuché el eco de una voz, y la sombra

de su sonido asomarse a un cristal de luces

en el palco de las buganvilias donde nos unimos. Y

entreabrí una persiana de estrellas bajo tus párpados,

viendo correr su luz en la cavidad de las axilas.

¿Quién cruza los olivares de la memoria, llevando

en el dorso de las mulas una oferta de las vidas que caerán

gota a gota, de un alambique de instante? En vano extendí

las manos para capturarlas, y henchir las manos con el jugo

de cada minuto de éxtasis, como si ese tiempo no tuviera

pasado, más allá, donde la vista se pierde

más allá de los últimos puentes.


 

Observación y análisis

 

 

 

En un poema, encuentro partículas de diversa

 

índole. Algunas provienen de antiguas exaltaciones

 

sentimentales, y con el tiempo se disolvieron

 

en medio de palabras que perdieron su fulgor;

 

otras conservan el brillo de un instante

 

primordial, aquel en que se formó el universo

 

del ser: ellas son las que captan la atención de quien,

 

durante la lectura, percibe la verdad

 

que se asoma entre los versos. Así,

 

cuando analizo la forma de ese poema que oí,

 

hago a un lado la técnica y la destreza con las que

 

fue escrito y trato, sobre todo, de fijar

 

ese cuerpo que lo inspiró, el rostro de la amada,

 

la voz que transformó lo que podría haber sido

 

un encuentro casual en algo que permanece

 

en cada sílaba, como si pudiéramos tocar

 

de ese modo la sustancia del amor. En realidad,

 

lo que vemos aquí es algo tan simple como

 

la alquimia que convierte en oro el plomo,

 

alejando de la mirada las partículas de lo efímero

 

para que se revele, en el tubo de ensayo del poema,

 

la esencia de un sentimiento que parece eterno. 

 


Entrega

 

 

 

Busco tu imagen en los espejos

 

del mediodía, en los campos donde los rebaños

 

se le pierden al pastor, en las horas en que el sol hiere

 

con sus flechas para que los minutos se suelten

 

de las venas del tiempo. Y vienes a mi encuentro,

 

con tu vestido blanco, con tus collares

 

de piedra, con tu piel suave como los nenúfares

 

que los cisnes anhelan. Excavo con los dedos la espuma

 

indecisa de la memoria, y encuentro tu boca

 

húmeda, los labios de donde surge un néctar

 

de fuente, los ojos que el deseo abre en las mañanas

 

cuando las aves se callan para que tu voz

 

atraviese los corredores del amor. Y dentro de mí

 

tu imagen toma la forma que mis manos

 

recorrieron. Y es como si tocara a la puerta del cuerpo

 

que tú me abres, con el lento fuego que arde

 

en el sabor de un abrazo, para que yo te diga

 

que eres la flor que ninguna retórica soñó. Y

 

te entrego el corazón donde se agitan los sentidos

 

que compartimos, los brazos que acompañan

 

el ritmo del ansia que nos une, el pecho donde late

 

el éxtasis que nos envuelve bajo

 

el perfume del amor.

 

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