Cesare Pavese –poemas–

por | Oct 11, 2021

Poeta, novelista, traductor, ensayista y crítico literario. (1908-1950)

Sueño

¿Aún ríe tu cuerpo con la intensa caricia de la mano o del aire y en ocasiones reencuentra en el aire otros cuerpos? Muchos de ellos retornan con un temblor de la sangre, con una nada. También el cuerpo que se tendió a tu flanco te busca en esta nada.
Era un juego liviano pensar que un día la caricia del alba emergería de nuevo cual inesperado recuerdo en la nada. Tu cuerpo despertaría una mañana, enamorado de su propia tibieza, bajo el alba desierta. Un intenso recuerdo te atravesaría y una intensa sonrisa. ¿No regresa aquel alba?
Aquella fresca caricia se habría apretado a tu cuerpo en el aire, en la íntima sangre, y habrías sabido que el tibio instante respondía en el alba a un temblor distinto, un temblor de la nada. Lo habrías sabido igual que, un día lejano, supiste que un cuerpo se tendía a tu lado. Dormías con ligereza bajo un aire risueño de efímeros cuerpos, enamorada de una nada. Y la intensa sonrisa te atravesó abriéndote los ojos asombrados. ¿Nunca más regresó, de la nada, aquel alba?

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos -esta muerte que nos acompaña de la mañana a la noche, insomne, sorda, como un viejo remordimiento o un vicio absurdo-. Tus ojos serán una vana palabra, un grito acallado, un silencio. Así los ves cada mañana cuando sola sobre ti misma te inclinas en el espejo. Oh querida esperanza, también ese día sabremos nosotros que eres la vida y eres la nada. Para todos tiene la muerte una mirada. Vendrá la muerte y tendrá tus ojos. Será como abandonar un vicio, como contemplar en el espejo el resurgir de un rostro muerto, como escuchar unos labios cerrados. Mudos, descenderemos en el remolino.

Las mañanas transcurren claras
Las mañanas transcurren claras
y desiertas. Así se abrían tus ojos en otro tiempo. La mañana
fluía lentamente, era una gorga de luz inmóvil. Callaba.
Tú callabas, viva. Las cosas existían bajo tus ojos (sin pena, sin fiebre, sin sombra) como un claro mar en la mañana.
Luz, donde estás tú está la mañana. Tú eras la vida y las cosas. Despiertos en ti respirábamos
bajo el cielo que perdura en nosotros. Sin pena, sin fiebre entonces, sin esta pesada sombra del día, poblado y distinto. Oh luz, claridad lejana, aliento vehemente: vuelve tus ojos inmóviles, claros, hacia nosotros. La mañana que pasa es oscura sin la luz de tus ojos.

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