José Emilio Pacheco

por | Jun 30, 2022

Traductor, poeta y ensayista mexicano. (1939-2014) Ganador de múltiples premios de poesía.  Su obra integra con una belleza y balance nato las formas más clásicas con una mirada moderna y aguda sobre el mundo.  Para Pacheco la poesía es un milagro visto desde el espejo, un pacto secreto entre desconocidos que se encuentran entre versos.

“No sé por qué escribimos, querido George.

Y a veces me pregunto por qué más tarde

publicamos lo escrito”.

José Emilio Pacheco escribió una carta a George B. Moore a modo de disculpa por una entrevista que no logro concretarse.

No tengo nada que añadir a lo que está en mis

poemas.

No me interesa comentarlos, no me preocupa

(si alguno tengo) mi “lugar en la historia”

(tarde o temprano a todos nos espera el naufragio).

Escribo y eso es todo. Escribo: doy la mitad del poema.

Poesía no es signos negros en la página blanca.

Llamo poesía a ese lugar del encuentro

con la experiencia ajena. El lector, la lectora

harán, o no, el poema que tan solo he esbozado.

No leemos a otros: nos leemos en ellos.

Me parece un milagro que alguien que desconozco

pueda verse en mi espejo.

Si hay un mérito en esto -dijo Pessoa-

corresponde a los versos , no al autor de los versos.

Si de casualidad es un gran poeta dejará

cuatro o cinco poemas válidos

rodeados de fracasos y borradores.

Sus opiniones personales

son de verdad muy poco interesantes.

Extraño mundo el nuestro: cada día

le interesan más los poetas:

la poesía cada vez menos.

El poeta dejó de ser la voz de su tribu

aquel que habla por quienes no hablan.

Se ha vuelto nada más otro entertainer.

Sus borracheras, sus fornicaciones, su historia clínica,

sus alianzas o pleitos con los demás payasos del circo,

o el trapecista o el domador de elefantes,

tienen asegurado el amplio público

a quien ya no le hace falta leer poemas.

Sigo pensando

que es otra cosa la poesía:

una forma de amor que solo existe en el silencio,

en un pacto secreto entre dos personas,

de dos desconocidos casi siempre.

[…]

Yo quisiera […]

que la poesía fuese anónima ya que es colectiva

(a eso tienden mis versos y mis versiones).

Posiblemente usted me dará la razón.

Usted que me ha leído y no me conoce.

No nos veremos nunca pero somos amigos.

Si le gustaron mis versos

qué más da que sean míos de otros de nadie.

En realidad los poemas que leyó son de usted:

Usted, su autor, que los inventa al leerlos.

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