Fotografía: Maggie Parada.
Salvar el fuego abre con una línea casi bestial “Este país se divide en dos: en los que tienen miedo y en los que tienen rabia”. Guillermo Arriaga utiliza una hacha afilada para marcar desde la primera hoja a sus propios lectores, nos orilla a tomar una posición ante la obra, enfrentarse a cada línea y decidir a dónde pertenece.
La novela Salvar el fuego, es ganadora del Premio Alfaguara de Novela 2020. Es una historia del México contempóraneo, lleno de desigualdades, violencias que traspasan los sentidos y personajes llenos de espinas que muestran el lado luminoso y oscuro del alma.
Marina, es una bailarina ahora convertida en coreógrafa con cierto reconocimiento en la comunidad artística, es una mujer casada con Claudio, un exitoso hombre de negocios, tienen tres hijos, una familia que la apoya y una vida que parece de revista del corazón. Marina es invitada a dar un espectáculo en la prisión masculina, donde tiene un primer acercamiento con José Cuauhtémoc Huiztlic, un preso sentenciado a cincuenta años por parricidio y homicido múltiple.
Salvar el fuego está narrada a tres voces. Cada una representa a uno de los personajes centrales; las voces nos develan las luchas y pensamientos de los personajes, su modo de ver la realidad, los puntos que divergen y los microcosmos antes de explotar. La voz de Marina utiliza la primera persona; nos adentramos a su mundo interior, a su eterna batalla entre cumplir las expectativas de otros y lo que verdaderamente la hace sentir viva. José Cuauhtémoc es un hombre educado, culto, su padre de origen indígena los sometía a grandes abusos y una constante violencia física y emocional. José Cuautémoc encuentra en la escritura una manera de desahogo, una forma de reconstruir o dominar la historia que lo arrastraba en una coladera ardiente. Hay un tercer narrador que a través de cartas, nos permite conocer a Francisco el hermano de José Cuauhtémoc, es aquí donde conocemos la infancia de los hermanos, sus enfrentamientos, la constante competencia entre ellos, modernos Caín y Abel, ante el capricho de Zeferino, padre de ambos. El recurso epistolar que utiliza el autor, hace gala de un lenguaje más pulido y delicado, es su apuesta más sofisticada.
La novela plantea gran originalidad en el manejo del lenguaje; una integración y definición de voces narrativas para construir una apuesta coral que funciona y brinda un ritmo desbordante y voraz, algo característico en la obra del autor.
Arriaga utiliza una lenguaje mezclado, palabras inglesas escritas en fonética como “jautdefock” “lobstori”, además utiliza expresiones coloquiales que dan un toque de humor y crítica como “ex chubby yummy, flaquibuena”, chulicuqui”. Los cambios de ritmo a través del lenguaje nos lleva en una ruleta emocional entre el resentimiento, la venganza, el odio, el goce del placer, el amor ílicito y prohibido entre una mujer refinada y un asesino.
Guillermo Arriaga es un narrador arriesgado, corrosivo, capaz de construir con suma maestría imágenes poderosas y delirantes sobre la violencia y el amor. El tono de la obra se siente equilibrado a través del recurso de las cartas que escriben los presos dentro del taller de escritura. Estas cartas resultan conmovodoras, reflexivas, profundamente íntimas dueñas de una soledad contenida que acompaña al resto de la obra.
Salvar el fuego tiene un ritmo vertiginoso, incendiario “ «La llama de un fósforo dura solo unos segundos, pero es capaz de incendiar un bosque.» La lectura es una avalancha, un meteoro, tan adictiva como la relación entre Marina y José Cuauhtémoc.. ¿Cómo detienes un destello? ¿Cómo rompes el hechizo del fuego si eres parte del volcán?
El encuentro entre Marina y José Cuauhtémoc teje entre ambos un hilo de peligro y pasión, una locura ciega que los atrapa y empuja al precipicio. Es aquí donde siento un fallo. En mi modo lectora extrema y fan del Sr. Arriaga, me hubiera gustado un mayor desarrollo de ese primer acercamiento entre los protagonistas; sentí que la historia de amor entre ellos de alguna forma me quedó a deber…. en palabras de José Cuauhtémoc creo que me falta barrio, porque eso de los amores instantáneos no forman parte de mi experiencia.
Hay secuencias narrativas que pueden ser perturbadoras, incómodas, imposibles; cuestionan la naturaleza humana, el péndulo agitado entre el deseo y el anhelo de lo que no existe, la rabia que enciende el resentimiento, la cobardía de la zona del confort y el amor que se transforma en esperanza ¿o quizás sea redención…?
Arriaga maneja el tema de la traición, la libertad interior a través de la escritura, la rebelión ante aquellos que dicen amarnos y las consecuencias inevitables y ácidas de vivir.
Devoré la novela en dos días. 660 páginas y en cada una de ellas me sentía arrastrada por la fuerza narrativa del autor. Arriaga es un cazador experimentado, sabe como tender la trampa, esperar el tiempo preciso, observar sigiloso a su presa/lector y capturarnos en su ráfaga de expresiones, ritmos y poderío.
En las últimas páginas de la novela, Marina recibe un mensaje de texto con una brillante cita de Pessoa. “Llega un momento en que es necesario abandonar las ropas usadas que ya tienen la forma de nuestro cuerpo y olvidar los caminos que nos llevan siempre a los mismos lugares. Es el momento de la travesía. Y, si no osamos emprenderla, nos habremos quedado para siempre al margen de nosotros mismos”
¿No es eso la literatura? Olvidarnos de la forma de nuestro cuerpo y recuperar nuevos caminos. ¿No es una travesía cada vez que iniciamos un libro, un proyecto, una aventura? Porque cuando leo, no quiero quedarme al margen de mí misma…quiero salvar el fuego.
Autor: Guillermo Arriaga. Título: Salvar el fuego. Editorial: Alfaguara Páginas: 660.