La crónica es un género en la frontera del periodismo y la literatura. La crónica está sujeta al sentido del tiempo, es decir, un orden cronológico, pero también sujeto a la verdad. Algo importante es que la crónica siempre narra un suceso real. Podemos encontrar en el periodismo la crónica de sociales, por ejemplo, la crónica la boda real, también está la crónica deportiva que si bien cuenta minuto a minuto un partido de futbol también puede contarnos la inauguración de las Olimpiadas; está la crónica de un desastre natural, la crónica policiaca, etc. En la literatura encontramos ejemplos de crónica en la obra de las mexicanas Magali Tercero o Fernanda Melchor.
Esta semana te invito a escribir la crónica de tu día, de un aniversario, de una fecha especial.
Aquí te comparto mi ejercicio
El ángel y el rayo.
6:00 AM
Llegué al hospital en punto de las 6:00 am. Imaginaba que habría poca gente, pero no. Pacientes y familiares se desplazaban en silencio. Sus pasos parecían murmullos. El ruido de las impresoras me saca de ese instante irreal en que observas todo como si fuera un globo de nieve de esos de los souvenirs, solo que yo estoy dentro. La señorita de recepción informa que está todo listo, me llevan al cuarto 708, justo frente a la sala de enfermeras. Me harán caso más rápido, pensé. Me dieron instrucciones. Póngase una bata. La enfermera trata de canalizar mis venas. No lo logra. Duele. Llama a otra enfermera, batallan, tardan 30 minutos. Llegan por mí para llevarme al estudio. Es un veinteañero alto y fuerte. Tiene los ojos verdes como la nieve de limón. Con su voz ronca me dice: no debe llevar ropa interior. Estoy a punto de empezar a llorar. Descubro que la ropa interior te hace más fuerte, te quita lo vulnerable. Es un trapo me dije. Llegamos al sótano.
7:00 AM
Entro a un cuartito con un sillón reclinable color café oscuro. En este punto nadie puede estar contigo. Mis pensamientos y yo a pie de guerra. Atrincherados, esperando a ver quién ataca primero. Respira me repito una y otra vez. Ojalá al menos me doliera el pinchazo de la mano, para al menos distraerme con eso. Hay una tele y una mesita con material de curación. Tocan la puerta. Entra él. Me saluda. Me dice su nombre y hoy no puedo recordarlo, pero lo reconocería en cualquier lugar. Me inyecta el contraste y dice que en un ratito regresa. Cuando vuelve me comenta que me acompañará en todo el estudio. Le digo que necesito un favor, que me hable de vez en cuando, porque eso me tranquiliza. Me mira con una ternura inesperada. Él dice que va a entrar a verme varias veces. Me coloca una bata gruesa que parece de peluche. Me pregunta si quiero una o dos cobijas. Empuja la silla de ruedas. Me ayuda a subir a la camilla. Me acomoda las pantuflas. Me cubre con una cobijita. Estoy a punto de romperme. Aún hoy que lo escribo lloro lo que no lloré ahí. Él lo sabe, lo intuye, si hablo no me voy a contener. Me toma ambas manos y dice: Dios y tus ángeles están contigo. No te voy a dejar sola. Algo cambió en mi interior. Una serenidad me envolvió. Cerré los ojos y empezó el estudio. Él entró varias veces solo a preguntarme cómo estaba. La última vez que entró dijo: Cynthia, lo lograste, ya acabó. Ya vienen por ti para llevarte a tu cuarto. Tomé sus manos tibias y le agradecí su solidaridad. Me bendijo mientras una enfermera empujaba la silla de ruedas.
El ejercicio puede continuar, por ejemplo, hasta volver a la habitación. O bien empezar a la hora que desperté. La línea de tiempo la puedes trazar cómo mejor te funcione o bien de acuerdo con la intención narrativa que buscas desarrollar.