Rosario Castellanos –poemas–

por | Oct 1, 2021

Rosario Castellanos, mexicana (1925-1974) dramaturga, periodista, poeta, ensayista y diplomática. Una mujer adelantada a su tiempo, considerada una de las más grandes escritoras mexicanas del siglo XX. 


LO COTIDIANO

Para el amor no hay cielo, amor, sólo este día;

este cabello triste que se cae

cuando te estás peinando ante el espejo.

Esos túneles largos

que se atraviesan con jadeo y asfixia;

las paredes sin ojos,

el hueco que resuena

de alguna voz oculta y sin sentido.

Para el amor no hay tregua, amor. La noche

no se vuelve, de pronto, respirable.

Y cuando un astro rompe sus cadenas

y lo ves zigzaguear, loco, y perderse,

no por ello la ley suelta sus garfíos.

El encuentro es a oscuras. En el beso se mezcla

el sabor de las lágrimas.

Y en el abrazo ciñes

el recuerdo de aquella orfandad, de aquella muerte.


PRESENCIA

Algún día lo sabré. Este cuerpo que ha sido

mi albergue, mi prisión, mi hospital, es mi tumba.

Esto que uní alrededor de un ansia,

de un dolor, de un recuerdo,

desertará buscando el agua, la hoja,

la espora original y aun lo inerte y la piedra.

Este nudo que fui (inextricable

de cólera, traiciones, esperanzas,

Vislumbres repentinos, abandonos,

Hambres, gritos de miedo y desamparo

Y alegría fulgiendo en las tinieblas

Y palabras y amor y amor y amores)

Lo cortarán los años.

Nadie verá la destrucción. Ninguno

Recogerá la página inconclusa.

Entre el puñado de actos

dispersos, aventados al azar, no habrá uno

al que pongan aparte como a perla preciosa.

Y sin embargo, hermano, amante, hijo,

amigo, antepasado,

no hay soledad, no hay muerte

aunque yo olvide y aunque yo me acabe.

Hombres, donde tú estás, donde tú vives

permanecemos todos.


AJEDREZ

Porque éramos amigos y, a ratos, nos amábamos;

quizá para añadir otro interés

a los muchos que ya no obligaban

decidimos jugar juegos de inteligencia.

Pusimos un tablero enfrente de nosotros:

equitativo en piezas, en valores,

en posibilidad de movimientos.

Aprendimos las reglas, les juramos respecto

y empezó la partida.

Henos aquí hace un siglo, sentados, meditando

encarnizadamente

cómo dar el zarpazo último que se aniquile

de modo inapelable y, para siempre, al otro.

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