Sobre Amor Loco de André Breton
Entrar en el Amor Loco de Breton se siente como ser parte de un torbellino de confusión, un colador que busca pepitas de oro, entre piedras y tierra. Las primeras hojas son caóticas, sin sentido, caminos sin retorno. Un laberinto tapiado de dudas. Sigo avanzando en las páginas, dándome de topes, buscando la luz del otro lado y descubro que para Bretón el olvido es una bestia feroz y tiene cabeza de larva. ¡Ahh, pero Breton habla del amor y afirma que los hombres desesperan estúpidamente del amor, para el hombre, el amor está siempre detrás de ellos, cual sombra invisible, nunca delante. En el amor loco todo momento, todo instante contiene TODO, con mayúscula el secreto de la vida, una capacidad en potencia de revelarse.
Breton dice: “El amor en todo lo que pueda haber para dos seres delimitado a ellos, aislante del mundo”. Esta afirmación me retumba, se apodera de mi espacio y del flujo de mi pensamiento. Pareciera que el sr. Breton cree en el amor, como los poetas, pero es un amor no de lunas y campos de girasoles, es el amor revelado, el que reside en la locura, en el desvarío, en la sensibilidad, así lo afirma “Cada vez que un hombre ama nada puede hacer sin que empeñe en él la sensibilidad de todos los hombres”. Bretón cita a Freud para hablarnos del instinto sexual y el instinto de conservación como una oportunidad de amar de nuevo, no sólo de seguir viviendo. ¿Qué sería entonces vivir sin amar? Y en esa duda se instala la belleza de la herida, Breton está conmovido lo reconoce no puede, no debe agregarle nada. El amor revelado. El amor como un lugar de soluciones impalpables, presos en una idea errónea y frugal del amor, no al amor loco, de ese que Bretón afirma: “Y sin embargo, para cada uno, la promesa de todo momento que vendrá contiene todo el secreto de la vida, capaz en potencia de revelarse un día en otro ser”. Hay una búsqueda llevada por un hilo de esperanza, pero, ¿qué esperanza? La de la pregunta perdida y hastiada: la de Amar, la de llegar a ese instante de en qué se descubre así mismo amando…
Salgo del laberinto, levanto el colador y me quedo con un par de pepitas surrealistas y unas chispitas de amor loco.
Aquí te dejo unas pepitas de surrealismo, poemas de André Breton.
Mi mujer de cabellera de fuego de madera
Mi mujer de cabellera de fuego de madera
De pensamientos de relámpagos de calor
De cintura de reloj de arena
Mi mujer de cintura de nutria entre los dientes del tigre
Mi mujer de boca de escarapela y de ramo de estrellas de última magnitud
De dientes de huellas de ratón blanco sobre la tierra blanca
De lengua de ámbar y de vidrio frotadas
Mi mujer de lengua de hostia apuñalada
De lengua de muñeca que abre y cierra los ojos
De lengua de piedra increíble
Mi mujer de pestañas de palotes de escritura infantil
De cejas de borde de nido de golondrina
Mi mujer de sienes de pizarra de techo de invernadero
Y de vaho que empaña los cristales
Mi mujer de hombros de champaña
Y de fuente con cabezas de delfines bajo el hielo
Mi mujer de muñecas de cerillas
Mi mujer de dedos de azar y de as de corazones
De dedos de heno cortado
Mi mujer de axilas de marta y de haya
De noche de San Juan
De ligustro y de nido de escalares
De brazos de espuma de mar y de esclusa
Y de mezcla del trigo y del molino
Mi mujer de piernas de cohete
De movimientos de relojería y de desesperación
Mi mujer de pantorrillas de médula de saúco
Mi mujer de pies de iniciales
De pies de manojos de llaves de pies de calafates que beben
Mi mujer de cebada no perlada
Mi mujer de garganta de Valle de oro
De cita en el lecho mismo del torrente
De pechos de noche
Mi mujer de pechos de topera marina
Mi mujer de pechos de crisol de rubíes
De pechos de espectro de la rosa bajo el rocío
Mi mujer de vientre de despliegue de abanico de los días
De vientre de garra gigante
Mi mujer de espalda de pájaro que huye vertical
De espalda de azogue
De espalda de luz
De nuca de canto rodado y de tiza mojada
Y de caída de un vaso en el que acaba de beberse
Mi mujer de caderas de barquilla
De caderas de lucerna y de plumas de flecha
Y de tronco de plumas de pavo real blanco
De balanza insensible
Mi mujer de nalgas de gres y de amianto
Mi mujer de nalgas de espalda de cisne
Mi mujer de nalgas de primavera
De sexo de gladiolo
Mi mujer de sexo de yacimiento de oro y de ornitorrinco
Mi mujer de sexo de alga y de bombones antiguos
Mi mujer de sexo de espejo
Mi mujer de ojos llenos de lágrimas
De ojos de panoplia violeta y de aguja imantada
Mi mujer de ojos de sabana
Mi mujer de ojos de agua para beber en prisión
Mi mujer de ojos de madera siempre bajo el hacha
De ojos de nivel de agua de nivel de aire de tierra y de fuego
Girasol
A Pierre Reverdy
La viajera que atravesó les Halles a la caída del verano
Caminaba sobre la punta de los pies
La desesperación hacía girar en el cielo sus grandes yaros tan bellos
Y en el bolso de mano se hallaba mi sueño ese frasco de sales
Que únicamente aspiró la madrina de Dios
Los entorpecimientos se desplegaban como el vaho
En el Perro que fuma
Donde acababan de entrar el pro y el contra
La muchacha sólo podía ser vista por ellos mal y al sesgo
Tenía yo que vérmelas con la embajadora del salitre
O con la curva blanca sobre fondo negro que llamamos pensamiento
El baile de los inocentes estaba en su apogeo
Los farolillos se encendían lentamente entre los castaños
La dama sin sombra se arrodilló en el Pont au Change
Calle Gît-le-Coeur los timbres ya no eran los mismos
Las promesas de las noches por fin se cumplían
Las palomas mensajeras los besos de socorro
Se unían a los pechos de la bella desconocida
Lanzados bajo el crespón de las significaciones perfectas
Una granja prosperaba en medio de París
Y sus ventanas daban sobre la vía láctea
Pero nadie la habitaba aún a causa de los aparecidos
De los aparecidos que como se sabe son más devotos
que los desaparecidos
Algunos como esta mujer aparentan nadar
Y en el amor penetra un poco de su substancia
Ella los interioriza
Yo no soy el juguete de ninguna potencia sensorial
Y sin embargo el grillo que cantaba en los cabellos de ceniza
Una tarde cerca de la estatua de Etienne Marcel
Me hizo un guiño de entendimiento
André Breton me dijo pasa