Efraín Huerta

por | Feb 5, 2024

Periodista y poeta mexicano (Guanajuato, 1914 – Ciudad de México, 1982). Su poesía habla del amor, la soledad y la crítica social, utiliza el humor y expresiones coloquiales como juego de palabras.

Aquí algunos de sus poemas:

El poema de amor es el poema
de cada día: la sombra de una hoja
y este mirar al cielo en anhelante
perseguir una flor, una sonrisa.

¿El poema de amor? La más humilde
y la más tierna lluvia, el sobresalto
de una gota en la mano, como si una
leve mirada tuya iluminase
la selva en que se nutre el desconsuelo.

¿El poema de amor? El gran poema
de caminar conforme van los ríos
con un sollozo —nube— sobre el dorso,
y vigilar, con un sonriente miedo,
tu imagen de jazmín en el crepúsculo.

El poema de amor es la palabra
que ya se dijo ayer, que hoy no se dice.
Porque de sol a sol, de amor a amor,
reina un silencio fiel, como de mármol,
que es el clima ideal de estar de acuerdo.

El poema de amor bien puede ser
un soñar escribirlo y declararlo.
Y despertar, al fin, estremecido
abrazarte entre tibia y azorada
como a rosa ceñida por la brisa.

¿El poema de amor? Viene del fuego
y en el fuego perece, no sin darnos
la maestría en el tacto, la sorpresa
de imaginarnos vivos y con alas
cuando el beso es un ave en agonía.

Del poema de amor todo se dice
y nada se recuerda. Pero es bueno
señalar que se sabe y que se siente
un hondo respirar cuando tu paso
de adolescente ritmo llena mi alma.

No quise decir alma, sino sangre
y música de junio. Pero insisto
en que tu paso enciende mi alegría
como un poco de sol sobre los trigos.
Y es como darle vueltas al poema.

El poema de amor es darle vueltas
a lo que por sabido ya es callado.
Y volver a empezar como si nunca
te hubiese visto así, lánguida y pura,
desmenuzando mi habitual tristeza.

¿El poema de amor? Discretamente
habría sido resuelto en una frase.
Por ejemplo, decir. . . «Amada mía. . . »
Pero aquí llegas tú, puntual, serena,
a cerrarme la boca dulcemente.

5-6 de junio de 1943

♦♦♦♦♦♦♦♦♦♦♦♦♦♦

 

El amor

El amor viene lento como la tierra negra,
como luz de doncella, como el aire del trigo.
Se parece a la lluvia lavando viejos árboles,
resucitando pájaros. Es blanquísimo y limpio,
larguísimo y sereno: veinte sonrisas claras,
un chorro de granizo o fría seda educada.

Es como el sol, el alba: una espiga muy grande.

Yo camino en silencio por donde lloran piedras
que quieren ser palomas, o estrellas,
o canarios: voy entre campanas.
Escucho los sollozos de los cuervos que mueren,
de negros perros semejantes a tristes golondrinas.

Yo camino buscando tu sonrisa de fiesta,
tu azul melancolía, tu garganta morena
y esa voz de cuchillo que domina mis nervios.
Ignorante de todo, llevo el rumbo del viento,
el olor de la niebla, el murmullo del tiempo.

Enséñame tu forma de gran lirio salvaje:
cómo viven tus brazos, cómo alienta tu pecho,
cómo en tus finas piernas siguen latiendo rosas
y en tus largos cabellos las dolientes violetas.

Yo camino buscando tu sonrisa de nube,
tu sonrisa de ala, tu sonrisa de fiebre.
Yo voy por el amor, por el heroico vino
que revienta los labios. Vengo de la tristeza,
de la agria cortesía que enmohece los ojos.

Pero el amor es lento, pero el amor es muerte
resignada y sombría: el amor es misterio,
es una luna parda, larga noche sin crímenes,
río de suicidas fríos y pensativos, fea
y perfecta maldad hija de una Poesía
que todavía rezuma lágrimas y bostezos,
oraciones y agua, bendiciones y penas.

Te busco por la lluvia creadora de violencias,
por la lluvia sonora de laureles y sombras,
amada tanto tiempo, tanto tiempo deseada,
finalmente destruida por un alba de odio.

♦♦♦♦♦♦♦♦♦♦♦♦♦♦

 

Éste es un amor que tuvo su origen…

Éste es un amor que tuvo su origen
y en un principio no era sino un poco de miedo
y una ternura que no quería nacer y hacerse fruto.

Un amor bien nacido de ese mar de sus ojos,
un amor que tiene a su voz como ángel y bandera,
un amor que huele a aire y a nardos y a cuerpo húmedo,
un amor que no tiene remedio, ni salvación
ni vida, ni muerte, ni siquiera una pequeña agonía.

Éste es un amor rodeado de jardines y de luces
y de la nieve de una montaña de febrero
y del ansia que uno respira bajo el crepúsculo de San Ángel
y de todo lo que no se sabe, porque nunca se sabe
por qué llega el amor y luego las manos
-esas terribles manos delgadas como el pensamiento-
se entrelazan y un suave sudor de -otra vez- miedo,
brilla como las perlas abandonadas
y sigue brillando aún cuando el beso, los besos,
los miles y millones de besos se parecen al fuego
y se parecen a la derrota y al triunfo
y a todo lo que parece poesía -y es poesía.

Ésta es la historia de un amor con oscuros y tiernos orígenes:

vino como unas alas de paloma y la paloma no tenía ojos
y nosotros nos veíamos a lo largo de los ríos
y a lo ancho de los países
y las distancias eran como inmensos océanos
y tan breves como una sonrisa sin luz
y sin embargo ella me tendía la mano y yo tocaba su piel llena de gracia
y me sumergía en sus ojos en llamas
y me moría a su lado y respiraba como un árbol despedazado
y entonces me olvidaba de mi nombre
y del maldito nombre de las cosas y de las flores
y quería gritar y gritarle al oído que la amaba
y que yo ya no tenía corazón para amarla
sino tan sólo una inquietud del tamaño del cielo
y tan pequeña como la tierra que cabe en la palma de la mano.
Y yo veía que todo estaba en sus ojos -otra vez ese mar-,
ese mal, esa peligrosa bondad,
ese crimen, ese profundo espíritu que todo lo sabe
y que ya ha adivinado que estoy con el amor hasta los hombros,
hasta el alma y hasta los mustios labios.
Ya lo saben sus ojos y ya lo sabe el espléndido metal de sus muslos,
ya lo saben las fotografías y las calles
y ya lo saben las palabras -y las palabras y las calles y las fotografías
ya saben que lo saben y que ella y yo lo sabemos
y que hemos de morirnos toda la vida para no rompernos el alma
y no llorar de amor.

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