Emily Brontë 

por | May 2, 2023

Nace el 30 de julio de 1818 en Thornton, Yorkshire, Inglaterra. Al igual que sus hermanas Charlotte y Anne, Emily es un referente en la literatura victoriana.  Con ellas creó un mundo imaginario llamado Gondal. Escribió una única novela, Cumbres Borrascosas y poesía. Su carácter introversido y austero la volcó a escribir desde su yo esencial y preciado. Su poesía es desbordante y esencial.

Ven, camina conmigo

Ven, camina conmigo,
sólo tú has bendecido alma inmortal.
Solíamos amar la noche invernal,
Vagar por la nieve sin testigos.
¿Volveremos a esos viejos placeres?
Las nubes oscuras se precipitan
ensombreciendo las montañas
igual que hace muchos años,
hasta morir sobre el salvaje horizonte
en gigantescos bloques apilados;
mientras la luz de la luna se apresura
como una sonrisa furtiva, nocturna.

Ven, camina conmigo;
no hace mucho existíamos
pero la Muerte ha robado nuestra compañía
-Como el amanecer se roba el rocío-.
Una a una llevó las gotas al vacío
hasta que sólo quedaron dos;
pero aún destellan mis sentimientos
pues en ti permanecen fijos.

No reclames mi presencia,
¿puede el amor humano ser tan verdadero?
¿puede la flor de la amistad morir primero
y revivir luego de muchos años?
No, aunque con lágrimas sean bañados,
Los túmulos cubren su tallo,
La savia vital se ha desvanecido
y el verde ya no volverá.
Más seguro que el horror final,
inevitable como las estancias subterráneas
donde habitan los muertos y sus razones,
El tiempo, implacable, separa todos los corazones.


Vendré a ti,
cuando estés muy triste,
en la soledad de la habitación oscura,
cuando el alegre y loco día haya huido,
y la sonrisa feliz se haya borrado
por la tristeza de la noche fría.

Vendré a ti,
cuando el verdadero sentir de tu corazón
reine imparcial y absoluto,
y mi influencia silenciosa,
ahondado el dolor, helada la alegría,
sin demora con tu alma se alzará.

¡Escucha! Es la hora,
el momento por ti tan temido.
¿No sientes el fluir en tu pecho
del río de una sensación extraña,
precursora de un poder más fuerte
que a quien anuncia es a mi?


Esperanza

La Esperanza solo fue una amiga asustadiza;

se sentaba al otro lado de la reja de mi celda

a observar cómo se iba cumpliendo mi destino,

igual que hacían los hombres de corazón egoísta.

En su miedo, podía llegar a ser cruel:

a través de los barrotes, un lúgubre día,

miré hacia fuera para verla ahí,

¡y ella apartó su rostro!

Como un falso guardián haciendo una guardia falsa,

aun cuando había lucha, ella susurraba paz;

cantaba mientras yo lloraba,

pero, si yo escuchaba, se callaba.

Era falsa e implacable:

cuando mis últimas alegrías cubrían el suelo

y hasta la Pena miraba con remordimientos

aquellas tristes reliquias desperdigadas,

la Esperanza, en cambio, cuyo rostro habría sido

un bálsamo para mi convulso dolor,

abrió sus alas y se remontó a los cielos,

se marchó, ¡y jamás volvió!

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