Ella sonríe
con su vida de humo,
agita sus manos de gaviota
en trayectorias de un mar invisible
Se viste de plegarias
y ruega al dios de las mariposas
que la convierta en hoja y espina.
Basta un eco de amor para nacer
una lágrima para enamorarnos
Ella se escribe
entre las quejas del mundo
y los juegos de niños dormidos
queda solo el sueño salvaje
de regresar al viento