¡Feliz y lluvioso jueves! En mi ciudad tiene horas lloviendo y después de tanta sequía el agua se recibe con gratitud y ánimo.
La semana pasada no alcancé a publicar un reto pero esta semana tengo algo distinto preparado para ti. Para este jueves vamos a trabajar ¡la fantasía!
¿Te gustan los cuentos de hadas? A mí me encantan, me gustan la magia que encierran, los escenarios fantásticos, las situaciones y valores cotidianos pero al mismo tiempo llenos de encanto. Así que vamos al reto.
Para esta semana te invito a escribir un cuento con:
-Una estructura clásica, recuerda que es inicio, nudo y desenlace.
-Puede iniciar con la clásica frase de apertura: Había una vez, érase una vez, en un lugar muy lejano había….
-Incluye un detalle gracioso o un toque de humor
-Recuerda que suelen llevar una moraleja o promover algún tipo de valor
¿Te animas a escribir conmigo?
Te comparto mi ejercicio
La risa mágica
Había una vez en el fondo del bosque sonriente, un maravilloso y feliz reino llamado Alegrilandia donde todo era risas y música. Las familias tenían apellidos de lo más divertido, estaba la familia Risotada que se distinguía por unas carcajadas realmente graciosas y muy, muy largas, la verdad es que una vez que reían contaban hasta 4 minutos y 28 segundos de risa. También se distinguía la familia Hip-Hip ellos apenas empezaban a reír cuando les daba un ataque de hipo. Todo eran risas y sonrisas en el reino.
Al llegar el verano se instaló en el reino una familia nueva, eran los Gruñorisas.
—Mamá, estoy muy nerviosa. ¿Qué pasa si no hago amigos? ¿Si no les caigo bien? Y si descubren que todavía no tengo mi risa especial —dijo con gran preocupación Gruñolinda
—Gruñolinda, Todo va a salir muy bien. Es normal sentirse así. Alegrilandia se distingue por ser hospitalaria y amable. ¡Vamos por un helado, es una buena oportunidad de conocer gente, además los invitaremos a tu fiesta de cumplerisas!
La fiesta de cumplerisas era algo muy serio. Significaba que a partir de ese momento eras lo suficientemente grande y divertido para inventar tus propios chistes, ya no tendrías que repetir los chistes de los abuelos o de la familia, podrías hacer reír a otros con tus propias ocurrencias.
—¡Estas son las mañarisas que canta el rey Feliz hoy por ser tu cantarisas te celebramos aquí! —corearon todos los invitados a la fiesta. Gruñolinda empezó a reír, pero su risa fue demasiado diferente.
—Oink onik, pío pío, croac croac
Nadie había escuchado una risa como esa. Los niños asustados corrieron a sus casas y Gruñolinda no paraba de llorar y gruñir. El rumor corrió por todo el reino y las risas se dejaron de escuchar. Alegrilandia quedó en silencio.
Doña Risaantigua, la risa más sabia de todo el reino convocó a una reunión de urgencia. El pueblo entero acudió.
—Risueños y felices amigos, debemos hacer algo. La felicidad de nuestros niños es primero —dijo Doña Risaantigua con gran seguridad.
—¡Qué se vayan los Gruñorisas y todo volverá a ser como antes! —dijo Risaamarga.
—Esa no es la solución. La solución es mucho más sencilla. Hagamos el festival de las sonrisas. Cada familia presentará un número musical. El festival nos ayudará a recordar nuestros orígenes.
Llegó el día del festival y la gente practicaba sus risas nerviosas, sus sonrisas discretas y también sus risas de burlas. El viento empezó a soplar de forma extraña y se escuchó a lo lejos unos pasos muy inquietates, además se oía como una especie de llanto y queja.
—¡Bu bu bú! — Lloraba amargamente Tristinchirrin. Su llanto era tan tan triste que todos empezaron a llorar.
Gruñolinda vio que el reino entero empezaba a perder color. Los habitantes se estaban encogiendo de tristeza hasta la luz del sol se sentía gris. Y entonces, empezó a cantar la canción más feliz. Cantó con todo el corazón y le ganó la risa.
—Oink, oink, pío pío, guau guau, oink oink, kikiriki, miau miau.
La risa se volvió tan contagiosa y divertida que todos empezaron a cantar y a reír. Del cielo un rayo de luz cubrió a Tristinchirrin. La luz se tornó tornasol y empezaron a brincar estrellitas, cometas traviesos, arcoíris y una que otra ranita despistada. Tristinchirrin era el duende las almas buenas, había sido hechizado por la bruja solitaria del reino vecino.
—Gruñolinda, tu risa es tan mágica que rompió el hechizo y ahora soy libre para hacer el bien —dijo el duende. Mi verdadero nombre es Alegrino Saltarino y mi trabajo es soplar un deseo de felicidad a cada niño y niña que llega al mundo. Los bebés lloran al nacer para llamar a su familia. Los papás lo reciben con gusto y con un besito le dan su nombre y su risa mágica.
Alegrilandia volvió a brillar. La música inundó el reino y salieron tres arcoíris saltarines para alegrar la tarde. Y al grito de Gruñolinda empezaron a cantar:
—Con la oink oink oink, con la miau miau miau, con el ki ki con la guau gua gua.
¡Vamos todos a cantar!