¡Llegamos al reto 32! Cuéntame cómo te sientes. Te invito a que des un vistazo a tus primeros ejercicios y observes cuánto has logrado. Seguramente hoy tomarías decisiones diferentes respecto a los textos o quizás los quieras volver a escribir. Darle un respiro a los textos o dejarlos reposar en el cajón nos ayudan a tomar perspectiva y a encontrar distintas soluciones creativas a las narraciones. Hoy te muestro el antes y el después de un ejercicio.
Te comparto mi ejercicio de «antes»
Terminé el examen y me dirigí al escritorio de la maestra Rubí Celia.
-Maestra, ¿puedo ir a la capilla? Es que están operando a mi mamá. Del cerebro. Tiene algo malo.
Me miró con incredulidad. Le entregué mi libreta de tareas donde mi papá escribió un mensaje. Sinceramente no recuerdo qué decía. Papá dice que nunca escribió ningún recado, dice que no hubo tiempo ni cabeza para hacer eso, bastante tenía con la idea de atendernos, llevarnos a la escuela y salir de nuevo al hospital.
Salí del Tercero B directo al patio central. Conté los 300 peldaños de la imponente escalera. Conectaba el suelo y el cielo o al menos eso creía yo. La puerta estaba abierta. Me sorprendió el olor a rosas. Un olor muy fuerte, inolvidable. Un rayo de luz multicolor entraba directo a la estatua del Sagrado Corazón colocado a la izquierda del altar. Una sensación de tranquilidad me adormeció. Dejaron de sudarme las manos.
Una voz a mi derecha rompió el hechizo.
Era un colegio de monjas y por reglamento debíamos referirnos a ellas como “madre”. No sor, no hermana; “madre”. Terminé el colegio a los 14 años y sigo dirigiéndome a ellas de esa forma. Hoy provocaría más de una carcajada escuchar a un montón de chiquillas gritar a todo pulmón: ¡Ahí viene la madre!
-Ven siéntate aquí, vamos a rezar juntas. Tu mamá va a estar bien.
A los nueve años todas las monjas parecen iguales. En el colegio había muchas, tenían diferentes actividades algunas impartían clases, otras se encargaban de la tiendita o de cuestiones administrativas. Así que no me resultó extraño que una madre estuviera ahí. Era muy bonita y pequeña. Me tomó de la mano y rezamos la jaculatoria del Sagrado Corazón de Jesús, la congregación del colegio.
Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío. Sagrado Corazón de Jesús en vos confío- dijimos al unísono.
Me gustaron sus ojos de chocolate y el aroma de sus manos y las diminutas pecas que las adornaba, -chispitas de luz, dijo.
La maestra entró a la capilla y me dijo que ya era hora de volver al salón. Repliqué que estaba rezando con la madre.
-Aquí no hay nadie, vuelve al salón.
TIP: En el reto de escritura número 10, te propuse escribir sobre un recuerdo y me basé en este relato. Al reescribir el texto agregué detalles, personajes y trabajé la parte sensorial de la historia. ¿Quieres saber cómo quedó después?
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