Nace el 30 de julio de 1818 en Thornton, Yorkshire, Inglaterra. Al igual que sus hermanas Charlotte y Anne, Emily es un referente en la literatura victoriana.  Con ellas creó un mundo imaginario llamado Gondal. Escribió una única novela, Cumbres Borrascosas y poesÃa. Su carácter introversido y austero la volcó a escribir desde su yo esencial y preciado. Su poesÃa es desbordante y esencial.
Ven, camina conmigo
Ven, camina conmigo,
sólo tú has bendecido alma inmortal.
SolÃamos amar la noche invernal,
Vagar por la nieve sin testigos.
¿Volveremos a esos viejos placeres?
Las nubes oscuras se precipitan
ensombreciendo las montañas
igual que hace muchos años,
hasta morir sobre el salvaje horizonte
en gigantescos bloques apilados;
mientras la luz de la luna se apresura
como una sonrisa furtiva, nocturna.
Ven, camina conmigo;
no hace mucho existÃamos
pero la Muerte ha robado nuestra compañÃa
-Como el amanecer se roba el rocÃo-.
Una a una llevó las gotas al vacÃo
hasta que sólo quedaron dos;
pero aún destellan mis sentimientos
pues en ti permanecen fijos.
No reclames mi presencia,
¿puede el amor humano ser tan verdadero?
¿puede la flor de la amistad morir primero
y revivir luego de muchos años?
No, aunque con lágrimas sean bañados,
Los túmulos cubren su tallo,
La savia vital se ha desvanecido
y el verde ya no volverá.
Más seguro que el horror final,
inevitable como las estancias subterráneas
donde habitan los muertos y sus razones,
El tiempo, implacable, separa todos los corazones.
Vendré a ti,
cuando estés muy triste,
en la soledad de la habitación oscura,
cuando el alegre y loco dÃa haya huido,
y la sonrisa feliz se haya borrado
por la tristeza de la noche frÃa.
Vendré a ti,
cuando el verdadero sentir de tu corazón
reine imparcial y absoluto,
y mi influencia silenciosa,
ahondado el dolor, helada la alegrÃa,
sin demora con tu alma se alzará.
¡Escucha! Es la hora,
el momento por ti tan temido.
¿No sientes el fluir en tu pecho
del rÃo de una sensación extraña,
precursora de un poder más fuerte
que a quien anuncia es a mi?
Esperanza
La Esperanza solo fue una amiga asustadiza;
se sentaba al otro lado de la reja de mi celda
a observar cómo se iba cumpliendo mi destino,
igual que hacÃan los hombres de corazón egoÃsta.
En su miedo, podÃa llegar a ser cruel:
a través de los barrotes, un lúgubre dÃa,
miré hacia fuera para verla ahÃ,
¡y ella apartó su rostro!
Como un falso guardián haciendo una guardia falsa,
aun cuando habÃa lucha, ella susurraba paz;
cantaba mientras yo lloraba,
pero, si yo escuchaba, se callaba.
Era falsa e implacable:
cuando mis últimas alegrÃas cubrÃan el suelo
y hasta la Pena miraba con remordimientos
aquellas tristes reliquias desperdigadas,
la Esperanza, en cambio, cuyo rostro habrÃa sido
un bálsamo para mi convulso dolor,
abrió sus alas y se remontó a los cielos,
se marchó, ¡y jamás volvió!