El Monstruo Pentápodo

por | Sep 17, 2021

Querida Liliana:

Llevo semanas tratando de escribir esta carta que intenta ser una reseña.  Así que lo intentaré. 

Te conocí personalmente en una plática que diste en el colegio de mis hijos, hace más de 8 años, en la ciudad de Monterrey.  Recuerdo que les contaste a los niños sobre tu infancia y los libros. Sin embargo, llegué a tus novelas con Cara de Liebre.  Me fascinó la construcción narrativa, la desfachatez de Irlanda, las descripciones casi médicas y un par de líneas que evocaban imágenes bellísimas. 

Después seguí con Pandora. Un relato que, si fuera comida, sería de esas papitas que no puedes comer solo una. No podía dejar de leer, estaba atrapada en la mente de una mujer tan necesitada de amor que, comprometía literalmente su vida a cada mordida. Me maravilló la originalidad de los personajes, el tono empático que busca presentar sin juicios ni sesgos las patologías y locuras que nos componen.

Y así, llegué a El Monstruo Pentápodo. La contraportada del libro tenía una advertencia: Raymundo Betancourt es el ciudadano modelo: profesionista honesto y responsable, solidario y comprometido con el bienestar de su comunidad. Pero como la vida no sólo es trabajo, también se permite dos sencillos placeres cotidianos: los chicles de canela y las niñas que mantiene secuestradas en su sótano.

Dudé. Así, que comenté mi inquietud sobre este libro, con mi amiga @laverush, nosotras, ambas lectoras empoderadas y #Blums de corazón.  — ¿o cómo se llaman tus fans? —decidimos leerlo juntas, de tal forma que podríamos comentar y contener las emociones que provocara la lectura. Nos duró dos días.  Nos declaramos tus fans. 

Escribir sobre un pedófilo nunca podrá ser fácil, pero para El monstruo Pentápodo escogiste iniciar cada capítulo con una cita, la primera de Vladimir Nabokov, en Lolita; desde ahí marcaste un ritmo, una especie de relámpago. Ese destello que rasga el cielo y nos ciega. Así es el comienzo del libro. 

Trabajar con una narrativa epistolar, me pareció un gesto elegante, inteligente y efectivo. Las cartas de Aimeé narradas en pasado, tranquilizaron mi corazón. La historia macabra que ibas a narrar estaba resuelta. Como lectora, esa decisión tuya me permitió afrontar el texto. Así que entré y recorrí la oscuridad de Raymundo. 

El personaje de Raymundo, un hombre que raya en lo aburrido y común. El hombre promedio; él que está frente a nosotros en la fila, él que nos abre la puerta del banco, ese que nos brinda algun servicio para el hogar. Alguien que se mezcla y desvanece, es invisible. No llama la atención porque todo ocurre dentro; en la negrura propia de su mente, de la obsesión que lo torna un predador hambriento y decidido.

Seguí la lectura y llegué al primer punto de quiebre. El nombre. Las fantasías de Raymundo tenía un rostro, sueños y un nombre. Mi nombre. Sí, la niña y yo compartimos el mismo nombre, diferente grafía.  ¿Qué hacer, seguir leyendo, dejar el libro?  ¿Puedo manejar eso? Ella no soy soy. ¿esto es ficción, verdad? Es una niña que se llama como yo y solo tiene 6 años.

Ojalá y todo fuera ficción. 

En tu narración de El Monstruo Pentápodo no enjuicias. No juzgas. No escribes desde la moral. La narración visibiliza el tema de la pedofilia, las obsesiones y comportamientos sexuales que objetizan, dañan y destruyen lo que tocan.

Con la mirada de Aimeé descubrimos los vacíos que otros advierten en nosotros y los usan para su propio beneficio. Esa falta de amor propio en las protagonistas es un tema recurrente en tus novelas. Irlanda, Pandora, Aimeé, estas mujeres rotas que buscan algo, alguien, un reflejo, algo que las haga sentir vivas.  

Aimeé traza un viaje al infierno, el dilema de creerse amada contra sus propios celos, la brutalidad de la violencia que se ejerce contra la niña y la maternidad; ese clavo con el que Aimeé busca redimirse, pero no evitar el dolor, la pena, el desgarre.

Liliana,  disfruto mucho tu narrativa, tan valiente y  feroz como los claroscuros de tus personajes. Estoy segura que pasaron muchas cosas para que esta historia viera la luz. La literatura y los lectores necesitamos estas historias que nos destrozan, de esos personajes que quisiéramos que fueran ficción y no un veneno que destila por la calle.  Necesitamos rabia y fuego.

El monstruo pentápodo es una historia para leerse y destruir al monstruo.

Te abrazo,

Cynthia.


El monstruo pentápodo

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