Eliseo Diego

por | May 11, 2022

Poeta y ensayista. Nació en Cuba en 1920.  Traductor de literatura infantil, profesor de literatura inglesa y norteamericana. Ganador de premios de literatura como el Premio Internacional de Literatura Latinoamerica y del Caribe Juan Rulfo.

Su poesía es sentida, amorosa y cotidiana.  Obsesionado con el silencio, las muñecas y la brisa y la bruma.

Aquí una muestra de sus poemas.

No es más

Un poema no es más

que una conversación en la penumbra

del horno viejo, cuando ya

todos se han ido, y cruje

afuera el hondo bosque; un poema

no es más que unas palabras

que uno ha querido, y cambian

de sitio con el tiempo, y ya

no son más que una mancha,

una esperanza indecible;

un poema no es más

que la felicidad, que una conversación

en la penumbra, que todo

cuanto se ha ido, y ya

es silencio.


Canción para todas las que eres

No solo el hoy fragante de tus ojos amo 

sino a la niña oculta que allá dentro 

mira la vastedad del mundo con redondo 

[azoro, y amo a la extraña gris que me recuerda 

en un rincón del tiempo que el invierno 

[ampara. La multitud de ti, la fuga de tus horas, 

amo tus mil imágenes en vuelo 

como un bando de pájaros salvajes. 

No solo tu domingo breve de delicias 

sino también un viernes trágico, quien 

[sabe, y un sábado de triunfos y de glorias 

que no veré yo nunca, pero alabo. 

Niña y muchacha y joven ya mujer, 

[tu todas, colman mi corazón, y en paz las amo.


Cuadernillo de bella

1

Cómo llevar a las palabras 

la sensación, el roce de tu mano 

por vez primera entre la mía. 

Su forma frágil, delicada, 

su ser, su estar en mí, su suave entrega.

«Esta es la mano, en fin, de tu muchacha»,

me dices no sé cómo, mientras siento 

«esta es la mano de la niña mía».

Mayor delicia habrá,

si tiempo y suerte quieren.

Ninguna habrá tan absoluta y pura.

2

Reverente imagino tus muñecas

en tus brazos menudos acunadas.

Cómo se llaman, digo. Y me respondes

en una voz que la distancia vela

desde el hondo del patio. Deja. Mira,

tú estás feliz, eres feliz, qué importa.

Tú estás hecha de infancias, niña mía.

tú eres toda de niños. Vida solo.

3

Ya te miro venir, ligera y leve,

volando las escalas del teatro,

la boina al sesgo de tu pelo lacio,

radiante y feliz, hecha de aromas.

Das a mi amigo un libro, me sonríes,

después te vuelves y tu esbelta espalda

escaleras abajo es una música

y es una puertecilla hacia la dicha.

4

Quién sabe cómo fue ni cuándo y dónde

me dijiste que sí, que me entregabas

el huerto de ti misma, paraíso

de magias y delicias y qué glorias.

Y yo ciego de mí te acepto a ciegas

del esplendor terrible de tu llama

tan frágil y menuda entre mis brazos.

Pues tú eres tú y eras la vida y todo 

cuanto va desde el júbilo a lo trágico, 

desde el alba a las fiestas de la tarde.

5

Y tus muñecas fueron al fin hijos,

oh música del mundo, oh maravilla,

mi cajita de asombros, mi señora!

Y el dueño de tu huerto florecido,

el taciturno, te volvió la espalda, 

te dejó a solas con tus juegos mágicos,

los únicos que importan, y lloraste.

¿Cómo pude yo hacer que sollozaras?

¡La boina al sesgo del cabello pulcro,

tú, la del rostro terso, radiante,

quién pudo imaginarte entonces lágrimas!

Y sin embargo fuimos los dos uno,

no se puede ser más, y tú has llorado.

6

Todo es al fin no más un cuento mágico.

Quién sabe cómo, todo cuento acaba.

Yo di su vida a los muñecos tuyos

como un brujo hechizado. Me embrujaste

con solo ser tan niña a vida pura.

Como a través de un vidrio estoy mirándote.

Turbio vidrio mi asombro de saberte

tal cual eres, mi niña desdichada.

Me hechizaste, y en cambio te hice daño.

Mas yo sólo te amé porque tú eras.

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