Gioconda Belli –poesía–

por | Nov 22, 2021

Gioconda Belli (Managua 1948) poeta y novelista. Renueva la poesía de Nicaragua junto con Ernesto Cardenal y Claribel Alegría. Su obra está cargada de erotismo y sensualidad. El amor y el deseo son temas recurrentes en su poesía. Su poesía actual muestra los cambios políticos y estructurales de su país, es quizás un ejercicio de poesía de denuncia. 

Aquí te compartimos algunos de sus poemas.

Conjuros de la memoria

No sé si un sol desmedido y burlón

me atravesará de punta a punta

cuando salten de mi pecho todos los gritos guardados

cuando se rompan las oscuridades

de mi perfecta catedral secreta

con el sostenido sonido del órgano medieval

ululando su voz de parto,

su alarido de queja y de tristeza.

Estoy como nací-desnuda-

mojada de lágrimas con el pelo chorreándome nostalgia

y un cansancio vetusto acomodado en mis huesos

y mientras me dejo ir en el humo,

viene su mano y me sostiene

y me levanta y me hace tronar de júbilo,

me zarandea las ganas de vivir,

me dice verde con ojos de monte

azul con el pelo espumoso de mar

estrella con las uñas brillantes

viento y sopla mi angustia y la desperdiga

y me hace nadar en el aire, retozar en los arroyos,

romper los relojes del tiempo,

borrar la huella de mis pequeños pecados

vueltos trascendentes por los oscuros designios

de su otro yo iracundo hermano de este duende iluminado

que me persigue en el sueño

en el que corro huyendo, siguiéndole yo a mi vez

juego de gato y ratón hasta que viene la lluvia

y la risa y volvemos a ser amantes helechos hojas atrapadas

en las correntadas de mayo y todo vuelve a empezar

cuando cruzamos lavados y nuevos

el umbral del paraíso.


Mi amor es así…

Mi amor es así,

como este aguacero,

rebotando contra el pavimento,

pintando de verde el campo,

tapa-cielos,

tenaz,

mójalo todo,

Se me riega por dentro

y lo siento latir en la yema de los dedos

cuando quiero tocarte

y no te tengo cerca.

Como este aguacero, amor,

me vuelvo un montón de agua entre tus brazos

ando desbocada por tu cauce

me hago arroyuelo en el pelo de tu pecho.

Así como esta lluvia,

me desbordo en palabras

para contarte todos mis quehaceres,

para meterte en todos los rincones de mi día,

en todos los aleros de mis horas.

Salto desde tus brazos,

como la lluvia que se derrama de los techos

y me duele la carne de querer prolongarte

de querer florecer la semilla en mi vientre

y darte un hijo hermoso y vitalcomo este invierno.


Ahuyentemos el tiempo, amor…

Ahuyentemos el tiempo, amor,

que ya no exista;

esos minutos largos que desfilan pesados

cuando no estás conmigo

y estás en todas partes

sin estar pero estando.

Me dolés en el cuerpo,

me acariciás el pelo

y no estás

y estás cerca,

te siento levantarte

desde el aire llenarme

pero estoy sola, amor,

y este estarte viendo

sin que estés,

me hace sentirme a veces

como una leona herida,

me retuerzo

doy vueltas

te busco

y no estás

y estás

allí

tan cerca.


Recorriéndote

Quiero morder tu carne,

salada y fuerte,

empezar por tus brazos hermosos

como ramas de ceibo,

seguir por ese pecho con el que sueñan mis sueños

ese pecho-cueva donde se esconde mi cabeza

hurgando la ternura,

ese pecho que suena a tambores y vida continuada.

Quedarme allí un rato largo

enredando mis manos

en ese bosquecito de arbustos que te crece

suave y negro bajo mi piel desnuda

seguir después hacia tu ombligo

hacia ese centro donde te empieza el cosquilleo,

irte besando, mordiendo,

hasta llegar allí

a ese lugarcito

-apretado y secreto-

que se alegra ante mi presencia

que se adelanta a recibirme

y viene a mí

en toda su dureza de macho enardecido.

Bajar luego a tus piernas

firmes como tus convicciones guerrilleras,

esas piernas donde tu estatura se asienta

con las que vienes a mí

con las que me sostienes,

las que enredas en la noche entre las mías

blandas y femeninas.

Besar tus pies, amor,

que tanto tienen aun que recorrer sin mí

y volver a escalarte

hasta apretar tu boca con la mía,

hasta llenarme toda de tu saliva y tu aliento

hasta que entres en mí

con la fuerza de la marea

y me invadas con tu ir y venir

de mar furioso

y quedemos los dos tendidos y sudados

en la arena de las sábanas.

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