¡Feliz día de Reyes! ¡Que la estrella de Belén y su poesía te muestren el camino!
Noche de reyes
Hay un sueño de zapatos
que esperan en los balcones,
diminutos, puntiagudos,
zapatos multicolores,
temblorosos y brillantes
en el azul de la noche.
Noche oscura,
noche larga,
noche con capas de seda
y con escaleras altas.
En el reloj de la torre
se van durmiendo las horas.
Desde el balcón, los zapatos
ven cómo bailan las sombras.
Las voces revolotean,
comienza a nacer el alba.
en los ojos de los niños
hay chispitas de bengala.
Las copas están vacías,
falta un trozo de roscón,
en la alfombra quedan huellas
del camello de Melchor…
Por las ventanas abiertas
entran los copos de nieve.
Decid, decidme, zapatos,
¿qué me han traído los Reyes?
Sagrario Pinto
El camello
(Auto de los reyes magos)
El camello se pinchó
con un cardo en el camino
y el mecánico Melchor
le dio vino.
Baltasar fue a… Repostar
más allá del quinto pino…
e intranquilo el gran Melchor
consultaba su «Longinos».
—¡No llegamos,
no llegamos,
y el santo parto ha venido!
(Son las doce y tres minutos
y tres reyes se han perdido).
El camello cojeando
más medio muerto que vivo
va espeluchando su felpa
entre los troncos de olivos.
Acercándose a Gaspar,
Melchor le dijo al oído:
—Vaya birria de camello
que en Oriente te han vendido.
A la entrada de Belén
al camello le dio hipo.
¡Ay qué tristeza tan grande
en su belfo y en su tipo!
Se iba cayendo la mirra
a lo largo del camino,
Baltasar lleva los cofres,
Melchor empujaba al bicho.
Y a las tantas ya del alba
–ya cantaban pajarillos–
los tres reyes se quedaron
boquiabiertos e indecisos,
oyendo hablar como a un Hombre
a un Niño recién nacido.
—No quiero oro ni incienso
ni esos tesoros tan fríos,
quiero al camello, le quiero.
Le quiero –repitió el Niño.
A pie vuelven los tres reyes
cabizbajos y afligidos.
Mientras el camello echado
le hace cosquillas al Niño.
Gloria Fuertes
Agranda la puerta, padre
Agranda la puerta, padre,
porque no puedo pasar;
la hiciste para los niños,
yo he crecido a mi pesar.
Si no me agrandas la puerta,
achícame, por piedad;
vuélveme a la edad bendita
en que vivir es soñar.
Gracias, padre, que ya siento
que se va mi pubertad;
vuelvo a los días rosados
en que hijo no más.
Hijo de mis hijos ahora
y sin masculinidad
siento nacer en mi seno
maternal virginidad.
Miguel de Unamuno