Nahui Olin

por | Ene 23, 2022

María del Carmen Mondragón (1893-1978), mejor conocida como Nahui Olin. Pintora, poeta, musa y mujer de un México posrevolucionario. Ella representa a la nueva artista, una mujer dueña de sí y de su destino creativo y de su sexualidad. Su poesía es pasional y rebelde, su empeño es la libertad del ser femenino en todas sus manifestaciones, en todas sus dimensiones: amor, cerebro y carne.  

Aquí algunos de sus textos

“Mi espíritu y mi cuerpo tienen siempre loca sed de esos mundos nuevos que voy creando sin cesar,/ y de las cosas,/ y de los elementos,/ y de los seres que tienen siempre nuevas fases bajo la influencia de mi espíritu,/ y mi cuerpo,/ que tienen siempre loca sed,/ inagotable sed de inquietud creadora que juega con los mundos nuevos que voy creando sin cesar y con las cosas que son una y que son mil,/y con los elementos,/y con los seres que me dan insaciable sed y que no sé si tienen algo de sangre, /algo de carne /o algo de espíritu,/ que sirven de juegos intermitentes a la sensibilidad de mi materia, /y mi espíritu tiene siempre loca sed, /pero loca sed de él mismo, /de crear, /poseer /y destruir con otra creación de mayor magnitud que la que destruyó /y mi espíritu tiene loca sed que nunca se extinguirá porque su personalidad única no permite comunión o posesión alguna de igual magnitud/ y en vano,/ en esos mundos nuevos que voy creando sin cesar en las cosas, /en los elementos, /en los seres les propaga voluptuosamente caricias de apreciación exterior, /las penetra, /las palpa en su carnosidad y las muerde hasta beber su sangre sin conseguir más que una grande locura de insaciable sed/ y de esa sed admirable nace el poder creador, /y es fuego que no resiste mi cuerpo,/ que en continua renovación de juventud de carne /y de espíritu/ es único/ y es mil,/ pues es insaciable sed/ y mi espíritu,/ y mi cuerpo tienen siempre loca sed.”


“Para mí, para ti, ya no habrá ayer ni mañana –para nosotros dos sólo hay un solo día: la eternidad del amor y un solo cambio: más amor –amor que se transforma en más amor, donde no hay ayer ni mañana, sólo un espacio infinito –un día donde la noche no existirá sino para amarnos –una noche que será más luminosa que el día mismo cuando nuestras carnes se junten- es nuestro destino”.


“La noche para mis ojos se ha acabado, las tinieblas de mi inteligencia se han transformado en luz transparente, ella es hija de corazón, de espíritu, de edad, la pasión ardiente, la esperanza, la ilusión y el amor sobre todo me enfurecen como un formidable huracán en medio del desierto. Ahora que percibo que sufro y soy sensible a todo, tengo sed de todo lo que es bello, grande y embriagador. Con un ardor extremo, una ilusión loca de juventud y de vida, quiero hacer vibrar mi cuerpo, mi espíritu hasta los últimos sonidos”.

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