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Hoy recibí algo tuyo: unas palabras
Que al mismo tiempo nacen
Del lugar apartado que visitas,
Y de la más cercana
Felicidad con que me ocupas.
Me dices solamente:
“Llegue bien. No lo olvido. Lo acompaño”,
Y firmas con tu nombre.
Así que no estoy muerto; que respiro
En algún sitio de tu pensamiento;
Que una parte tan sólo
De mí se quedó en México, escribiéndote,
Mientras que lo que soy de verdadero
Está contigo en calles, jardines.
Invisible camino al lado tuyo,
Con los ojos cerrados, esperando
Que tú me cuentes lo que miras
Para verlo también: quiero mirarlo
Para poder, dentro de mucho tiempo,
Decirte alguna vez: “¿te acuerdas
De aquel viaje que hicimos?”
Quiero, además, contarte
Que aquí también me estás acompañando;
Que tan concretos y evidentes
Como el lugar en el que aquí descansas,
Como la ropa tuya que dejaste
Colgada en una percha, están conmigo
Tu voz, tus ojos buenos, tu deseo
De hacer el bien. Poblados se me alumbran,
Con tu esperanza, el sueño y la vigilia.
Porque tú lo mandaste al despedirnos,
Porque soy cosa tuya, he procurado
No sufrir. He querido que no sientas
Ningún dolor por causa mía
En este dedo chico de tu mano
Que es hoy mi corazón. Porque te quiero
Te digo: “No he sufrido”.
Dejo ya de escribirte
Para seguir pensando en ti. Comienzo
A tratarte de “usted” en mi memoria.
Usted no me ha olvidado:
Yo la estoy esperando. Usted lo sabe.
Nuevamente el silencio
—nube exacta cubriéndote,
No traspasable atmósfera invisible—
Te ciñe y te separa.
¿Caminas qué caminos,
Qué atardecida fuente bebes,
Qué interiores, pacíficos espejos
Abre tu propia luz, en que te miras;
En qué oro relumbras engarzada?
Sobre tu sueño flotas
Como en lago de aceite; nada existe
Fuera de la quietud que te conduce.
Y como un puente milagroso,
tan tenue como el júbilo más tenue,
tan pensativo como un niño,
un movimiento acompasado,
pliega las comisuras de tu boca.
9
Hasta más no poder estoy colmado
Con cada cosa tuya. Soy el sitio
Al que llegas a diario a visitarte;
A encontrarte contigo;
A preguntarte cómo amaneciste;
A platicar, contigo, de tus cosas.
El sitio en que te miras,
Cantas, ríes, estás a todas horas;
Una y muchas a un tiempo;
Tú misma muchas veces,
Multiplicada como en una alcoba
Con paredes de espejos.
Ya no pretendo ser yo mismo
Para que tú me veas;
Estoy contento así, me he contentado
Con ser tu mensajero,
Tu traductor, tu intérprete;
El que toma al dictado lo que dices
Para guardarte inalterada.
Con mirarme a la cara, alguien podría
Saber si estás alegre o triste.
Esta mañana,
Como tu voz y tu silencio eran
Todo lo que escuchaba; como habías
Dejado en mí una lumbre y un secreto,
Quise escribirte las palabras
Que escuchas que te leo.
Ya las conoces: son palabras tuyas.