Ruben Bonifaz Nuño

por | Ago 18, 2022

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Hoy recibí algo tuyo: unas palabras

Que al mismo tiempo nacen

Del lugar apartado que visitas,

Y de la más cercana

Felicidad con que me ocupas.

Me dices solamente:

“Llegue bien. No lo olvido. Lo acompaño”,

Y firmas con tu nombre.

Así que no estoy muerto; que respiro

En algún sitio de tu pensamiento;

Que una parte tan sólo

De mí se quedó en México, escribiéndote,

Mientras que lo que soy de verdadero

Está contigo en calles, jardines.

Invisible camino al lado tuyo,

Con los ojos cerrados, esperando

Que tú me cuentes lo que miras

Para verlo también: quiero mirarlo

Para poder, dentro de mucho tiempo,

Decirte alguna vez: “¿te acuerdas

De aquel viaje que hicimos?”

Quiero, además, contarte

Que aquí también me estás acompañando;

Que tan concretos y evidentes

Como el lugar en el que aquí descansas,

Como la ropa tuya que dejaste

Colgada en una percha, están conmigo

Tu voz, tus ojos buenos, tu deseo

De hacer el bien. Poblados se me alumbran, 

Con tu esperanza, el sueño y la vigilia.

Porque tú lo mandaste al despedirnos,

Porque soy cosa tuya, he procurado

No sufrir. He querido que no sientas

Ningún dolor por causa mía

En este dedo chico de tu mano

Que es hoy mi corazón. Porque te quiero

Te digo: “No he sufrido”.

Dejo ya de escribirte

Para seguir pensando en ti. Comienzo

A tratarte de “usted” en mi memoria.

Usted no me ha olvidado:

Yo la estoy esperando. Usted lo sabe.


Nuevamente el silencio

—nube exacta cubriéndote,

No traspasable atmósfera invisible—

Te ciñe y te separa.

¿Caminas qué caminos,

Qué atardecida fuente bebes,

Qué interiores, pacíficos espejos

Abre tu propia luz, en que te miras;

En qué oro relumbras engarzada?

Sobre tu sueño flotas

Como en lago de aceite; nada existe

Fuera de la quietud que te conduce.

Y como un puente milagroso,

tan tenue como el júbilo más tenue,

tan pensativo como un niño,

un movimiento acompasado,

pliega las comisuras de tu boca.


9

Hasta más no poder estoy colmado

Con cada cosa tuya. Soy el sitio

Al que llegas a diario a visitarte;

A encontrarte contigo;

A preguntarte cómo amaneciste;

A platicar, contigo, de tus cosas.

El sitio en que te miras,

Cantas, ríes, estás a todas horas;

Una y muchas a un tiempo;

Tú misma muchas veces, 

Multiplicada como en una alcoba

Con paredes de espejos.

Ya no pretendo ser yo mismo

Para que tú me veas;

Estoy contento así, me he contentado

Con ser tu mensajero,

Tu traductor, tu intérprete;

El que toma al dictado lo que dices

Para guardarte inalterada.

Con mirarme a la cara, alguien podría

Saber si estás alegre o triste.

Esta mañana,

Como tu voz y tu silencio eran

Todo lo que escuchaba; como habías

Dejado en mí una lumbre y un secreto,

Quise escribirte las palabras

Que escuchas que te leo.

Ya las conoces: son palabras tuyas.

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