Poemas de Domingo

por | Oct 24, 2021

A mi corazón el domingo

Gracias te doy, corazón mío,

por no quejarte, por ir y venir

sin premios, sin halagos,

por diligencia innata.

Tienes setenta merecimientos por minuto.

Cada una de tus sístoles

es como empujar una barca

hacia alta mar

en un viaje alrededor del mundo.

Gracias te doy, corazón mío,

porque una y otra vez

me extraes del todo,

y sigo separada hasta en el sueño.

Cuidas de que no me sueñe al vuelo,

y hasta el extremo de un vuelo

para el que no se necesitan alas.

Gracias te doy, corazón mío,

por haberme despertado de nuevo,

y aunque es domingo,

día de descanso,

bajo mis costillas

continúa el movimiento de un día laboral.

(Wislawa Szymborska, de Mil alegrías -Un encanto-, 1967


Comunión

Linda Regia! Tus venas son fermentos 

de mi no ser antiguo y del champaña 

negro de mi vivir! 

tu cabello es la ignota raicilla 

del árbol de mi vid. 

tu cabello es la hilacha de una mitra 

de ensueño que perdí! 

Tu cuerpo es la espumante escaramuza 

de un rosado Jordán; 

y ondea, como un látigo beatífico 

que humillara a la víbora del mal! 

Tus brazos dan la sed de lo infinito, 

con sus castas hespérides de luz, 

cual dos blancos caminos redentores, 

dos arranques murientes de una cruz. 

Y están plasmados en la sangre invicta 

de mi imposible azul! 

Tus pies son dos heráldicas alondras 

que eternamente llegan de mi ayer! 

Linda Regia! Tus pies son las dos lágrimas 

que al bajar del Espíritu ahogué, 

un Domingo de Ramos que entré al Mundo, 

ya lejos para siempre de Belén!

César Vallejo


Un domingo sin ti, de ti perdido

Un domingo sin ti, de ti perdido,

es como un túnel de paredes grises

donde voy alumbrado por tu nombre;

es una noche clara sin saberlo

o un lunes disfrazado de domingo;

es como un día azul sin tu permiso.

Llueve en este poema; tu lo sientes

con tu alma vecina del cristal;

llueve tu ausencia como un agua triste

y azul sobre mi frente desterrada.

He comprendido cómo una palabra

pequeña, igual a un alfiler de luna

o un leve corazón de mariposa,

alzar puede murallas infinitas,

matar una mañana de repente,

evaporar azules y jardines,

tronchar un día como si fuera un lirio,

volver granos de sal a los luceros.

He comprendido cómo una palabra

de la materia azul de las espadas

y con aguda vocación de espina,

puede estar en la luz como una herida

que nos duele en el centro de la vida.

Llueve en este poema, y el domingo

gira como un lejano carrusel;

tan cerca estás de mi que no te veo,

hecha de mis palabras y mi sueño.

Yo pienso en ti detrás de la distancia,

con tu voz que me inventa los domingos

y la sonrisa como un vago pétalo

cayendo de tu rostro sobre mi alma.

Con su hoja volando hacia la noche,

rayado de llovizna y desencanto,

este domingo sin tu visto bueno

llega como una carta equivocada.

La tarde, niña, tiene esa tristeza

del aire donde hubo antes una rosa;

yo estoy aquí rodeado de tu ausencia

hecho de amor y solo como un hombre.

Eduardo Carranza

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