Gerardo Diego (1896-1996). Poeta de la generación del 29, toma la tradición católica española y la apuntala en versos sentidos y dolorosos, un retablo de versos a modo de viacrucis. Te compartimos un fragmento de su poema Viacrucis.
Dame tu mano, MarÃa,
la de las tocas moradas.
Clávame tus siete espadas
en esta carne baldÃa.
Quiero ir contigo en la impÃa
tarde negra y amarilla.
Aquà en mi torpe mejilla
quiero ver si se retrata
esa lividez de plata,
esa lágrima que brilla.
Déjame que te restañe
ese llanto cristalino,
y a la vera del camino
permite que te acompañe.
Deja que en lágrimas bañe
la orla negra de tu manto
a los pies del árbol santo
donde tu fruto se mustia.
Capitana de la angustia:
no quiero que sufras tanto.
Qué lejos, Madre, la cuna
y tus gozos de Belén:
– No, mi Niño. No, no hay quien
de mis brazos te desuna.
Y rayos tibios de luna
entre las pajas de miel
le acariciaban la piel
sin despertarle. Qué larga
es la distancia y qué amarga
de Jesús muerto a Emmanuel.
¿Dónde está ya el mediodÃa
luminoso en que Gabriel
desde el marco del dintel
te saludó: -Ave, MarÃa?
Virgen ya de la agonÃa,
tu Hijo es el que cruza ahÃ.
Déjame hacer junto a ti
ese augusto itinerario.
Para ir al monte Calvario,
cÃtame en GetsemanÃ.
A ti, doncella graciosa,
hoy maestra de dolores,
playa de los pecadores,
nido en que el alma reposa.
A ti, ofrezco, pulcra rosa,
las jornadas de esta vÃa.
A ti, Madre, a quien querÃa
cumplir mi humilde promesa.
A ti, celestial princesa,
Virgen sagrada MarÃa.