Roberto Juarroz

por | Jun 2, 2022

“Yo me he sentido atraído en primer lugar por los elementos de la naturaleza. Nací en un pueblo al borde del campo. Mi padre era jefe de la estación de ferrocarril y teníamos enfrente el horizonte abierto. En esa pequeña ciudad de Coronel Dorrego me acostumbré desde muy chico a los silencios. Esas noches abiertas en donde se veían las estrellas, la luna nítida, los vientos, el agua, el árbol que para mí es un protagonista de la vida. Comencé mis lecturas muy temprano. Me atrajeron cada vez más y dediqué buena parte de mi vida a eso. Mientras tanto se fue configurando como lenguaje predilecto, o elector (tal vez me eligió a mí), la poesía”. 

Entrevista por Luis Bravo, recuperado 21 de agosto 2021. https://webs.ucm.es/info/especulo/numero11/juarroz.html

Poesía Vertical

1

Una red de mirada 
mantiene unido al mundo 
no lo deja caerse. 
Y aunque yo no sepa qué pasa con los ciegos, 
mis ojos van a apoyarse en una espalda 
que puede ser de dios. 


Sin embargo, 
ellos buscan otra red, otro hilo, 
que anda cerrando ojos con un traje prestado 
y descuelga una lluvia ya sin suelo ni cielo. 


Mis ojos buscan eso 
que nos hace sacarnos los zapatos 
para ver si hay algo más sosteniéndonos debajo 
o inventar un pájaro 
para averiguar si existe el aire 
o crear un mundo 
para saber si hay dios 
o ponernos el sombrero 
para comprobar que existimos.

2

La muerte nos roza a veces los cabellos, 
nos despeina 
y no entra.

¿La detendrá quizás algún gran pensamiento? 
¿O acaso pensamos 
algo mayor que el pensamiento mismo?

3

El ser empieza en mis manos de hombre.
El ser, 
todas las manos, 
cualquier palabra que se diga en el mundo, 
el trabajo de tu muerte, 
Dios, que no trabaja.

Pero el no ser también empieza entre mis manos de hombre.

El no ser, 
todas las manos, 
la palabra que se dice afuera del mundo, 
las vacaciones de tu muerte, 
la fatiga de Dios, 
la madre que nunca tendrá hijo, 
mi no morir ayer.

Pero mis manos de hombre ¿dónde empiezan?

5

No quiero confundir a Dios con Dios.

Por eso ya no uso sombrero, 
busco ojos en los ojos de la gente 
y me pregunto qué es lo que nos deja despertar, 
mientras estoy aquí, entre paréntesis, 
y sospecho que todo es un paréntesis.

Mientras manoseo esta muerte con horario de trenes 
y me calco las manos.

Porque tal vez todo el juego sea ése: 
calcarse uno las manos.

Calcarse entre paréntesis, 
no afuera.

No quiero confundir a dios con dios.

27

El silencio que queda entre dos palabras 

no es el mismo silencio que envuelve una cabeza

                                                          [cuando cae.

ni tampoco el que estampa la presencia del árbol 

cuando se apaga el incendio vespertino del viento.

Así como cada voz tiene un timbre y una altura, 

cada silencio tiene un registro y una profundidad.

 

El silencio de un hombre es distinto del silencio de otro

y no es lo mismo callar un nombre que callar otro nombre.

Existe un alfabeto del silencio,

pero no nos han enseñado a deletrearlo.

Sin embargo, la lectura del silencio es la única durable,

tal vez más que el lector.

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